Page 430 - El nuevo zar
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negociado  un  acuerdo  con  Putin  para  poner  fin  a  un  segundo  corte  de
               suministro en el invierno de 2009. El «reinicio» parecía estar funcionando,
               pero la calidez en las relaciones no parecía extenderse a Putin. Y, pronto, otros
               sucesos enfriaron esa tendencia.


                    Apenas dos meses después de que Medvédev y Obama firmaran el Nuevo
               START  en  abril  de  2010,  el  FBI  reveló  la  existencia  de  once  agentes
               «durmientes»  que  habían  vivido  de  forma  encubierta  en  Estados  Unidos

               durante  todo  el  ascenso  de  Putin  al  poder.  Eran,  en  la  jerga  del  espionaje,
               «ilegales», dado que fingían ser estadounidenses suburbanos corrientes, que
               trabajaban y criaban a sus hijos cerca de Boston, Nueva York y Washington,

               sin protección de inmunidad diplomática. Ya en 2009, el FSB de Rusia les
               recordó a estos agentes, en un mensaje encriptado interceptado por el FBI, la
               tarea de «buscar y desarrollar lazos en círculos de elaboración de políticas y

               enviar información a C.».[12] La inicial hacía referencia al Centro, adonde
               enviaban  informes,  así  como  solicitudes  de  reembolso  por  educación  y

               vivienda que los agentes requerían para experimentar el sueño americano. El
               FBI informó al presidente Obama en la víspera de la segunda visita oficial de
               Medvédev a Estados Unidos, durante la cual visitó Silicon Valley y promovió
               la inversión extranjera y el comercio, pero no se dispuso ningún arresto hasta

               después de las reuniones con Medvédev en la Casa Blanca y una rica comida
               con  Obama  en  un  popular  restaurante  de  hamburguesas  en  Arlington,

               Virginia. Asistidos por divertidas coberturas mediáticas sobre lo que parecía
               ser una red de espías ineficaces disfrutando de los favores que ofrecía la vida
               estadounidense,  los  consejeros  de  Obama  desestimaron  el  espionaje  al
               considerarlo un intento inocuo de recopilar información fácilmente accesible

               desde fuentes públicas, pero el alcance del intento testimoniaba la intensidad
               de la persistente desconfianza de Rusia respecto de las intenciones de Estados

               Unidos.

                    Diez de los agentes se declararon culpables en julio. El undécimo había
               huido  a  Chipre  y,  aparentemente,  después  había  vuelto  a  Rusia.  Los  otros

               fueron  intercambiados,  con  un  dramatismo  propio  de  la  Guerra  Fría  en  el
               aeropuerto de Viena, por cuatro rusos que habían sido aprisionados en Rusia
               por espiar para Occidente, aunque, al menos en un caso, el hombre insistía en
               que jamás había sido espía. Al retorno de los «durmientes», Putin se reunió

               secretamente  con  ellos  y  honró  a  quienes  habían  experimentado  la  vida
               secreta que alguna vez de pequeño había imaginado para sí mismo.
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