Page 429 - El nuevo zar
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Estados Unidos bajo el Gobierno del presidente Obama, en particular, puso
esperanzas desproporcionadas en la presidencia de Dmitri Medvédev. Tras
considerar su elección como un cambio evolutivo en el desarrollo político de
Rusia, Obama prometió un «reinicio» en las relaciones, tras el fin desastroso
de los años de Bush. Aunque eran realistas respecto del continuado dominio
político de Putin, Obama y sus asistentes hicieron todo tipo de esfuerzos para
cortejar a Medvédev directamente, según el protocolo, y esperaban que con el
tiempo construyera sus propias bases de poder político. Putin tenía «un pie en
el viejo estilo de hacer negocios», dijo Obama poco diplomáticamente unas
semanas antes de reunirse con el nuevo líder y con el líder supremo, pero
esperaba avanzar hacia una nueva era con Medvédev. Nadie en la Casa
Blanca o el Departamento de Estado tenía ninguna esperanza de que
Medvédev pudiera actuar sin el consentimiento de Putin en cuestiones de
Estado importantes, pero la acogida inicial pareció producir resultados. En
2009, los dos líderes negociaron un tratado, el Nuevo START, para
reemplazar el acuerdo que Putin había negociado con George Bush en 2002 y
seguir reduciendo los arsenales nucleares de las dos naciones. Medvédev,
como había hecho alguna vez Putin, ayudó a Estados Unidos en Afganistán y
les permitió a los estadounidenses comenzar a retirar miles de equipos
militares (aunque no armas) en ferrocarril a través del territorio ruso.[11] Ante
las pruebas de que Irán había desarrollado un programa secreto de
enriquecimiento de uranio, Rusia se unió a Estados Unidos en el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y votó para imponer nuevas sanciones a la
economía iraní.
Haciendo su propia concesión respecto de uno de las bêtes noires de
Rusia, Obama abandonó los planes de desplegar defensas de misiles en la
República Checa y Polonia —aquellos despliegues que habían provocado la
ira de Putin antes de su discurso en Múnich en 2007—. La Administración de
Obama incluso minimizó los esfuerzos estadounidenses por apoyar el cambio
democrático en Ucrania y Georgia, cuyo resultado, de todos modos, no había
sido bueno en ninguno de los dos lugares. Georgia siguió siendo un aliado
cercano de Estados Unidos, pero un aliado fracturado tras la guerra de 2008.
Víktor Yanukóvich, cuya victoria fraudulenta en Ucrania en 2004 había sido
anulada, logró explotar las luchas internas de sus rivales y venció a Yulia
Timoshenko en unas elecciones honestas en febrero de 2010, tras la cual
Timoshenko fue enjuiciada y enviada a prisión, irónicamente, por haber