Page 432 - El nuevo zar
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El  contraste  de  estilo  entre  Medvédev  y  Putin  provocó  un  sinfín  de
               especulaciones  acerca  de  desavenencias  reales  dentro  de  su  tándem.  Sin
               embargo, dada las exigencias de lealtad de Putin, los indicios al respecto rara
               vez  salían  a  la  superficie.  Públicamente  al  menos,  los  dos  hombres  y  sus

               asistentes retrataban la relación como una unida por una visión compartida
               que miraba por el futuro de Rusia. «Por definición, no puede haber ningún

               desacuerdo en el tándem Medvédev-Putin», declaró el presidente de la cámara
               de la Duma, Boris Griszlov, en 2010.[15] Al comienzo de la presidencia, los
               dos hombres habían llegado a un acuerdo del que pocos estaban al tanto, por
               el  que  respetaban  las  responsabilidades  de  sus  respectivas  investiduras,

               aunque Putin conservó más voz en cuestiones militares y de inteligencia que
               ningún  primer  ministro  antes  que  él.[16]  Durante  la  primera  mitad  de  su

               presidencia, Medvédev nunca ventiló directamente una sola palabra de crítica
               hacia Putin o sus políticas, aunque el tono de sus discursos era mucho más
               liberal, lo cual algunos leían como un reproche implícito. No obstante, detrás

               de  escena,  las  rivalidades  se  endurecían  entre  las  dos  oficinas  y  los  dos
               cuadros, los dos centros del poder. Medvédev había desarrollado su propio
               bando de consejeros en el Kremlin, quienes, como él, se enfurecían ante los

               obstáculos que se oponían a las políticas del presidente y su visión de una
               sociedad y una economía más progresistas. Al entender que la autoridad de
               Medvédev se extendía solo hasta donde permitía la paciencia de Putin, sus

               resentimientos se agudizaron. «Había desacuerdos, es normal», dijo una vez
               uno de los consejeros más allegados de Medvédev, aunque se negó a repetirlo
               públicamente.[17] De hecho, en los asuntos que le importaban más, Putin no

               solo conservaba el veto final, sino que también dictaba todos los detalles.

                    Para  la  opinión  pública,  Medvédev  se  convirtió  en  el  hombre  de  las
               palabras  —«Rusia,  ¡adelante!»—,  mientras  que  Putin  era  el  hombre  de

               acción. Cuando, en el verano de 2010, se produjeron perniciosos incendios de
               turba que rodearon Moscú y otras ciudades con un humo asfixiante, fue Putin
               quien  acudió  al  rescate,  como  había  hecho  en  Pikaliovo.  Los  incendios,

               alimentados por una ola de calor, ardieron fuera de control durante semanas,
               mataron  a  decenas  de  personas  y  destruyeron  pueblos  enteros.  Medvédev
               estaba  de  vacaciones  en  el  mar  Negro  y  tardó  en  regresar,  aun  cuando  el

               desastre  empeoraba.  El  Gobierno  parecía  incapaz  de  controlarlo,  lo  cual
               provocó críticas inusitadamente feroces. La diatriba de insultos obscenos de
               un bloguero, publicada en el sitio web de Ejo Moskvi, fue tan incendiaria que
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