Page 544 - El nuevo zar
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vez más violentas. El país cayó en una guerra abierta, una guerra que el jefe
del Estado Mayor de Rusia, Valeri Guerásimov, al parecer había previsto el
año anterior, cuando esbozó una nueva doctrina militar elaborada tras el
retorno de Putin a la presidencia como reacción a los levantamientos en el
mundo árabe.
«En el siglo XXI, vemos una tendencia a desdibujar las líneas entre los
estados de guerra y paz —escribió el general Guerásimov—.[13] Las guerras
ya no se declaran y, cuando han comenzado, prosiguen de acuerdo con un
patrón desconocido. La experiencia de los conflictos militares (incluidos los
vinculados con las así llamadas “revoluciones de colores” en el norte de
África y Oriente Medio) confirman que un Estado perfectamente próspero
puede, en cuestión de meses e incluso días, transformarse en escenario de un
feroz conflicto armado, convertirse en víctima de una intervención extranjera
y hundirse en una red de caos, catástrofe humanitaria y guerra civil.»
Y así sería.
La anexión de Crimea casi no había requerido esfuerzos, pero la situación
en Ucrania oriental resultó ser mucho más complicada, y la incertidumbre de
las intenciones de Putin confundió los esfuerzos de los insurgentes. El recién
electo presidente que reemplazó al autoexiliado Yanukóvich, el magnate del
chocolate Petró Poroshenko, también actuó con mucha más determinación
para aferrarse a las regiones rebeldes en el este de lo que había logrado hacer
el Gobierno provisional en el caso de Crimea en marzo. Las fuerzas militares
ucranianas, apoyadas por milicias irregulares que se habían formado durante
los sucesos en Maidán, contratacaron y se movilizaron para recuperar el
territorio que ya no controlaba el Gobierno y, con el paso de los días, la lucha
se convirtió en una guerra civil. Oficialmente por lo menos, Putin mantenía
una distancia prudente respecto de aquellos que exigían la independencia en
Donetsk y Lugansk; con un endurecimiento de las sanciones mayor del que
probablemente esperaba, incluso llamó a postergar la votación sobre la
independencia. Los estadounidenses y los europeos esperaban que el
aislamiento diplomático que sufría Rusia y la intensificación de las sanciones
estuvieran, al fin, modificando las decisiones de Putin, obligándolo a él y
otros funcionarios a incurrir en negaciones cada vez más improbables
respecto del involucramiento ruso.
Sin embargo, los insurgentes tenían amplio apoyo de Rusia, tanto oficial