Page 74 - El nuevo zar
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amigo de la Facultad de Derecho le había sugerido que fuera a ver a Sobchak,
lo cual hizo con vacilación. Difícilmente hubiese podido coincidir con
algunas de las críticas más despiadadas de Sobchak respecto del KGB, y el
futuro político de Sobchak era aún indefinido, en el mejor de los casos, como
todo en la Unión Soviética de 1990. Sin embargo, ese mayo fue a la nueva
oficina de Sobchak en el palacio Mariinski y Sobchak lo contrató de
inmediato. Dijo que gestionaría su traslado con Merkuriev y que comenzara el
lunes siguiente. No obstante, antes Putin se sintió obligado a revelar su
verdadera profesión. «Debo decirle que no soy solo un asistente del rector —
le dijo a Sobchak—. Soy un oficial regular del KGB.»
Según el recuerdo de Putin, Sobchak dudó y, luego, para su sorpresa, le
restó toda importancia al asunto. «A la mierda», respondió.[26]
Putin insistió en que debía informar a sus superiores y, de ser necesario,
renunciar al KGB. Le costó tomar la decisión, dijeron sus amigos. Si bien se
había desilusionado, el KGB seguía siendo la institución a la que servía
lealmente. En el caso en cuestión, cualesquiera que fueran sus preocupaciones
respecto de la reacción del Centro, resultaron inapropiadas. El KGB se
alegraba de tener un agente propio trabajando como encubierto en la oficina
de la estrella política en ascenso de Leningrado. Después de todo, este nuevo
experimento democrático era algo peligroso que precisaba vigilancia
permanente. Y entonces, con la bendición del KGB, quizás hasta con su
insistencia, el teniente coronel Putin permaneció en servicio y siguió
cobrando su magro —aunque estable— salario, que era más de lo que cobraba
como asesor de Sobchak.
Ahora vivía una doble vida: la vida del agente encubierto, al fin, solo que
dentro de su propio país. Comenzó a asesorar a Sobchak incluso mientras
continuaba trabajando en una pequeña oficina en el primer piso del edificio
Doce Colegios, blanco y rojo, de la universidad. Su tarea allí era supervisar a
los visitantes y estudiantes extranjeros que llegaban en crecientes cantidades
gracias a la flexibilización de las restricciones de viaje introducidas por la
glásnost. Ya no trabajaba en la Gran Casa de la avenida Liteini, pero aún la
visitaba en ocasiones, el objeto de lo cual solo podía ser mantener a sus
superiores informados de las cambiantes políticas del día, en la universidad y
en la oficina de Sobchak. Cuando una delegación del St. Petersburg
Community College de Florida llegó en el otoño de 1990 para un intercambio
estudiantil, fue el teniente coronel quien cumplió el papel de anfitrión para el