Page 148 - Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida (Spanish Edition)
P. 148
PERFECCIONISMO
EL CASO DE LOLA
Lola es una señora de Salamanca, casada y madre de dos hijos, un niño de
cinco años y una niña de siete. Trabaja de funcionaria en el ayuntamiento,
pero, como hizo estudios en el ámbito educativo, siempre ha querido ser
profesora universitaria. Cuando viene a consulta lleva tres años trabajando
en su tesis doctoral. Admite que la tiene casi terminada, pero que siempre
que la revisa encuentra aspectos que matizar.
Comenta que en su casa no consigue relajarse, al llegar de trabajar
siempre la encuentra sucia. Las personas que contrata para que se hagan
cargo de la limpieza y la ayuden con los niños nunca le duran más de dos o
tres semanas, según ella porque no son lo suficientemente eficaces para
llevar a cabo la labor exigida. En el ámbito laboral es muy exigente y nunca
entrega a tiempo las cosas que le piden.
En consulta se queja de mucha ansiedad, estrés y repite en varios
momentos que «no puede más». Últimamente le cuesta dormir y se nota
irritable. En la siguiente sesión, su marido acude a consulta a acompañarla y
comenta que para él resulta agotador el tema de las empleadas del hogar,
que siempre acaba monopolizando las conversaciones familiares:
—Mi mujer está obsesionada con la limpieza.
Explica cómo, al llegar a casa, comienza a revisarlo todo, pasando los
dedos por encima de los muebles en busca de polvo; comprobando que la
ropa planchada no haya quedado arrugada y que esté ordenada por colores
y de una determinada manera. Nunca encuentra nada a su gusto, lo que
invariablemente genera gran tensión en la casa, el matrimonio y la familia.
Como psiquiatra me surge entonces la duda de si esta persona tiene algo
más que una simple ansiedad: algún tipo de trastorno obsesivo. Indagando
con ella en este sentido, me indica que se lava las manos hasta veinte veces
al día —cuando toca la comida, cuando paga con dinero…—, bien sea con
agua y jabón en su casa, o con toallitas húmedas cuando se encuentra
fuera. Es incapaz de acostarse con su marido si este no huele como ella
considera idóneo —ella le exige que se duche siempre antes y que se
aplique una marca de desodorante en particular—. Cuando amuebló su casa
ya pidió al carpintero que los armarios tuviesen la medida exacta de las
cosas que iban a contener y que sus cajas de ropa encajaran en cubículos
hechos a medida. Afirma que su madre y abuela eran iguales. Le pregunto:
—¿Cuánto tiempo inviertes en ducharte?
Me responde:
—Pues unos cuarenta y cinco minutos.
148