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Más allá del aula III: Reflexiones y experiencias docentes

            comenzando  a  mitificar  a  un  personaje  para  la  posteridad  de  la
            Patria,  o  para  la  desgracia  de  su  memoria.  Muchas  veces  se
            deforma,  como  hace  el  innombrable  pseudointelectual,  Pablo
            Victoria, que intenta rebajar hasta el último escalón, el nombre de
            Bolívar. Desde el otro ángulo, la visión que se tenga de un hombre
            como el general Pablo Morillo, será totalmente parcializada, y por
            razones  obvias,  deformada  en  favor  del  Libertador.  Lo  más
            objetivo  es  la  fuente  de  primera  mano,  el  escrito  del  mismo
            Bolívar,  la  memoria  del  mismo  Morillo.  La  honestidad  de  cada
            escrito dependerá de quien lo hace, y a no ser de una contradicción
            del  mismo  reseñado,  la  buena  fe  de  las  palabras  de  los  autores
            deberá ser la base de su credibilidad.
               Es ahí donde entonces recuperamos la memoria de los hombres
            para la posteridad, es ahí donde se conocen diversas perspectivas
            de un personaje, donde el texto cobra valor, pues la vida de cada
            ser  humano  es  tan  vibrante  y  llena  de  riqueza,  que  el  dejar
            plasmado cualquier evento, lo hace visible ante el mundo.
               Un  atardecer  en  Lima,  mirar  cómo  se  pone  el  sol  tras  el  gris
            Pacífico  en  el  verano  de  un  inicio  de  año,  es  algo  cotidiano,  no
            tiene  mayor  valor  si  consideramos  que,  desde  la  capital  peruana
            siempre  ha  habido  cualquier  cantidad  de  puestas  de  sol  en  un
            verano  decembrino.  Escribir  “¡Qué  páramo  tan  hermoso…!”,  no
            muestra  un  detalle  tan  profundo  como  para  no  considerar  “tan
            hermoso” el sitio observado, todo esto sería vacuo, si no fuera por
            su protagonista, por quien lo experimenta, por quien lo interpreta,
            por quien lo interioriza e imprime en su ser.
               Cuando  el  personaje  que  se  ha  encontrado  con  el  Páramo  de
            Ocetá, Boyacá, muestra su posición, allí no solo se está recobrando
            la memoria de un lugar maravilloso, sino que él mismo está en un
            ocuparse de sí; esto es lo primordial, el acto de su vivir, no se está
            denostando  de  la  importancia  de  las  demás  experiencias,  pero  es
            quien viaja a la luna quien puede darle el valor real a su aventura,
            así  como  conoce  el  páramo  y  lo  confronta  en  toda  su  magnitud,
            puede  atreverse  a  considerarlo  hermoso.  La  actividad  escritora,
            anuncia  un  “des-cubrir”,  un  anunciar  nuestro  propio  ser  ante  el
            mundo externo, hacia el mundo en que estoy inmerso pero que se
            encuentra alejado de mí ser más interno; en este sentido es como
            Vargas Guillén escribe que:



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