Page 32 - Más allá del aula 3
P. 32
Más allá del aula III: Experiencias y reflexiones docentes
Cada individuo queda ‘des-cubierto’ o parcialmente
notificado ante los demás por lo que hace: los hechos son el
modo como se ‘des-vela’ ante los otros nuestro propio ser.
Por lo que hacemos somos conocidos y desde lo que los
demás hacen, nosotros llegamos a interpretar el sentido de la
vida. (2002, p. 42)
Entonces, es ese fluir de ideas que se crean alrededor del evento
pedagógico, lo que lleva a la creación literaria, unos individuos
tendrán la capacidad más o menos, de acuerdo a sus habilidades, de
plasmar con palabras su divino encuentro, sea una prosa, un
poema, por medio de una crónica, un cuento; otros, que no en
palabras, por medio de un dibujo que logre eternizar el paisaje; el
hecho es que hay algo que por medio de símbolos logra suspender
en el tiempo inmemorable, el evento mismo: El lenguaje, la palabra
vivificadora del mundo de la vida.
Escribir, ese ejercicio espiritual que es la herramienta más
importante para ayudar a emerger el verdadero ser interior del
individuo, se aprende, no sólo haciendo el ejercicio cotidiano de la
formación, es necesario tomar entre las manos un libro, saborearlo,
hacerlo suyo. Se escribe a partir de lo que se lee y se experimenta
en carne propia, aunque sería esto una tautología, ya que leer es
una experiencia tan corporal que puede generar todo tipo de
hervores en la piel de quien emocionadamente, se abstrae entre las
palabras conjugadas de mundo de la vida. Un ejemplo fue dado por
García Lorca (1931), cuando en la inauguración de la primera
Biblioteca Pública de Fuente Vaqueros, su pueblo natal, dijo:
Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoievski, padre de
la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero
en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y
cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía
socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme
libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’.
Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía
agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras
para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la
EOH 32