Page 154 - MARX DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS (2018)
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Marx: doscientos años después (1818-2018)
reflexivamente cómo se va constituyendo ese yo objeto en su
diferencia con el yo sujeto. Resulta evidente que el resultado
de tal averiguación tendrá que mostrar cómo es yo objeto se
va conformando en un proceso de identificación;
identificación que para ser efectivamente tal deberá
mantener en su seno la diferencia de los momentos
identificados. (Díaz, 1986, sp.)
La pregunta central de toda fenomenología, en lo que
respecta al carácter metodológico, parte del supuesto de la
conciencia indiferenciada de lo que es objeto de esa
conciencia. La aparente independencia del objeto, presente
ante la misma como un en sí, se supera cuando se descubre
que la conciencia pone las condiciones para la posibilidad del
objeto. Asumido ahora como un para sí, lo que piensa la
conciencia muestra sus limitaciones, pues ésta se encuentra
confinada a la finitud del portador, sujeta al tiempo y al
espacio. Pero sí acaso pudiera pensarse a la propia conciencia
como un objeto, como un para sí, tal juicio alcanzaría
universalidad. Una auténtica universalidad que Kant no
pretende sea posible.
La conciencia sería absoluta, para Hegel (Hegel, 2002), por
tener como único objeto el desarrollo abstracto de sí misma,
dado que está pensada desde la identidad consigo misma en
tanto sí misma, como abstracción de sus contenidos. Nótese,
sin embargo, que esa identidad no se formula en los mismos
términos cartesianos, como una conciencia que puede
concebirse en sí misma a priori sus contenidos, sino como el
producto de la oposición-negación en el fenómeno de lo que
la conciencia no es.
Dicho de otra forma, la identificación de la conciencia
consigo misma procede por negar el mundo que se le
aparece, por no identificarse con él. El mundo es la no-
conciencia y, al objetivarse, se descubre como negación
afirmada en su negación. El Espíritu, sujeto en sí, es pura
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