Page 208 - El Señor de los Anillos
P. 208

y nadie sabe dónde habita ahora;
       la estrella de Gil-galad cayó en las tinieblas
       de Mordor, el país de las sombras.
        Los otros se volvieron, estupefactos, pues la voz era la de Sam.
        —¡No te detengas! —dijo Merry.
        —Es todo lo que sé —balbució Sam, enrojeciendo—. La aprendí del señor
      Bilbo,  cuando  era  muchacho.  Acostumbraba  contarme  historias  como  esa,
      sabiendo cómo me gustaba oír cosas de los elfos. Fue el señor Bilbo quien me
      enseñó a leer y escribir. Era muy sabio, el querido viejo señor Bilbo. Y escribía
      poesía. Escribió lo que acabo de decir.
        —No fue él —dijo Trancos—. Es parte de una balada, La caída de Gil-galad.
      Bilbo tiene que haberla traducido. Yo no estaba enterado.
        —Hay todavía más —dijo Sam—, todo acerca de Mordor. No aprendí esa
      parte, me da escalofríos. ¡Nunca supuse que yo también tomaría ese camino!
        —¡lr a Mordor! —gritó Pippin—. ¡Confío en que no lleguemos a eso!
        —¡No pronuncies ese nombre en voz tan alta! —dijo Trancos.
      Era ya mediodía cuando se acercaron al extremo sur del camino y vieron ante
      ellos,  a  la  luz  clara  y  pálida  del  sol  de  octubre,  una  barranca  verde-gris  que
      llegaba como un puente a la falda norte de la colina. Decidieron trepar hasta la
      cima en seguida, mientras había luz. Ya no era posible ocultarse y sólo esperaban
      que ningún enemigo o espía estuviera observándolos. Nada se movía allá en lo
      alto. Si Gandalf andaba cerca, no se veía ninguna señal.
        En  el  flanco  occidental  de  la  Cima  de  los  Vientos  encontraron  un  hueco
      abrigado y en el fondo una concavidad con laderas tapizadas de hierba. Dejaron
      allí  a  Pippin  y  Sam  con  el  poney,  los  bultos  y  el  equipaje.  Los  otros  tres
      continuaron la marcha. Al cabo de media hora de trabajosa ascensión, Trancos
      alcanzó la cima; Frodo y Merry llegaron detrás agotados y sin aliento. La última
      pendiente había sido escarpada y rocosa.
        Encontraron arriba, como había dicho Trancos, un amplio círculo de piedras
      trabajadas,  desmoronadas  ahora  o  cubiertas  por  un  pasto  secular.  Pero  en  el
      centro  había  una  pila  de  piedras  rotas,  ennegrecidas  como  por  el  fuego.
      Alrededor el pasto había sido quemado hasta las raíces y en todo el interior del
      anillo las hierbas estaban chamuscadas y resecas, como si las llamas hubieran
      barrido la cima de la colina; pero no había señal de criaturas vivientes.
        Mirando de pie desde el borde del círculo de ruinas se alcanzaba a ver abajo
      y  en  torno  un  amplio  panorama,  en  su  mayor  parte  de  tierras  áridas  y  sin
      ninguna característica, excepto unas manchas de bosques en las lejanías del sur y
      detrás de los bosques, aquí y allá, el brillo de un agua distante. Abajo, del lado
      sur, corría como una cinta el Viejo Camino, viniendo del oeste y serpenteando en
   203   204   205   206   207   208   209   210   211   212   213