Page 212 - El Señor de los Anillos
P. 212
formas que se nos escapan y es entonces cuando son más temibles. Y olfatean en
cualquier momento la sangre de las criaturas vivientes, deseándola y odiándola;
y hay otros sentidos, además de la vista y el olfato. Nosotros mismos podemos
sentir la presencia de estos seres; ha perturbado nuestros corazones desde que
llegamos aquí y aun antes de verlos; y ellos nos sienten a nosotros más vivamente
aún. Además —añadió, bajando la voz hasta que fue un murmullo— el Anillo los
atrae.
—¿No hay entonces modo de escapar? —dijo Frodo mirando atentamente
alrededor—. Si me muevo, ¡me verán y perseguirán! Si me quedo, ¡los atraeré
inexorablemente!
Trancos le puso una mano en el hombro.
—Hay todavía esperanzas —dijo—. No estás solo. Hagamos que esta leña
arda como una señal. No hay aquí ni reparo ni defensa, pero el fuego nos servirá
como protección. Sauron puede utilizar el fuego para malos designios, como
cualquier otra cosa, pero a los Jinetes no les agrada y temen a quienes lo
manejan. En las tierras salvajes el fuego es nuestro amigo.
—Quizá —murmuró Sam—. Valdrá tanto como decir « aquí estamos» ,
llamando a gritos.
En lo más profundo de la cañada y en el rincón más abrigado, encendieron un
fuego y prepararon una comida. Las sombras de la noche empezaban a caer y el
frío aumentaba. Advirtieron de pronto que tenían mucha hambre, pues no habían
comido nada desde el desayuno, pero no se atrevieron a preparar otra cosa que
una cena frugal. En la región que se extendía ante ellos no había más que pájaros
y bestias salvajes; lugares inhóspitos abandonados por todas las razas del mundo.
Los montaraces se aventuraban a veces más allá de las colinas, pero eran poco
numerosos y no se demoraban allí mucho tiempo. Había otras pocas gentes
errantes, de índole maligna: trolls que descendían a veces de los valles
septentrionales de las Montañas Nubladas. Los viajeros iban todos por el camino,
enanos casi siempre, que pasaban de prisa ocupados en sus propios asuntos y que
no se detenían a hablar o ayudar a gente extraña.
—No sé cómo haremos para no agotar las provisiones —dijo Frodo—. Nos
hemos cuidado bastante en los últimos días y esta comida no es por cierto un
festín, pero si todavía nos quedan dos semanas y quizá más, hemos consumido
demasiado.
—Hay comida en el desierto —dijo Trancos—: bayas, raíces, hierbas y
tengo algunas habilidades como cazador en apuros. No hay por qué temer que
nos muramos de hambre antes que llegue el invierno. Pero buscar y recoger
comida es un trabajo largo y cansado, y tenemos prisa. De modo que apretaos
los cinturones, ¡y pensad con esperanza en las mesas de la casa de Elrond!
El frío aumentaba junto con la oscuridad. Espiando desde los bordes de la