Page 213 - El Señor de los Anillos
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cañada no veían otra cosa que una tierra gris, que ahora se borraba rápidamente
      hundiéndose  en  las  sombras.  El  cielo  había  aclarado  de  nuevo,  puntuado  por
      estrellas centelleantes, más numerosas cada vez. Frodo y los demás se apretaban
      alrededor  del  fuego,  envueltos  en  todas  las  ropas  y  mantas  disponibles,  pero
      Trancos se contentaba con una capa y estaba sentado un poco aparte, aspirando
      pensativo el humo de la pipa. Cuando caía la noche y el fuego comenzó a arder
      con  llamas  brillantes,  Trancos  se  puso  a  contarles  historias  a  los  hobbits,  para
      distraerles  y  que  olvidaran  el  miedo.  Conocía  muchas  historias  y  leyendas  de
      otras épocas, de elfos y hombres, y de los acontecimientos fastos y nefastos de
      los  Días  Antiguos.  Los  hobbits  se  preguntaban  cuántos  años  tendría  y  dónde
      habría aprendido todo esto.
        —Cuéntanos de Gil-galad —dijo Merry de pronto, cuando Trancos concluyó
      una historia acerca del Reino de los Elfos e hizo una pausa—. ¿Sabes algo más de
      esa vieja balada de que hablaste?
        —Sí, por cierto —respondió Trancos—. Y también Frodo, pues el asunto nos
      concierne de veras. Merry y Pippin miraron a Frodo que clavaba los ojos en el
      fuego.
        —Sólo  sé  lo  poco  que  me  contó  Gandalf  —dijo  Frodo  lentamente—.  Gil-
      galad  fue  el  último  de  los  grandes  Reyes  Elfos  de  la  Tierra  Media.  Gil-galad
      significa Luz de las Estrellas en la lengua de los elfos. Junto con Elendil, el amigo
      de los elfos, se encaminó al país de…
        —¡No! —dijo Trancos interrumpiendo—. No creo que la historia haya de ser
      contada ahora, con los sirvientes del enemigo a mano. Si alcanzamos a llegar a la
      casa de Elrond, podréis oírla allí, del principio al fin.
        —Entonces cuéntanos alguna otra historia de los viejos días —suplicó Sam—,
      una historia de los elfos antes de la declinación. Me gustaría tanto oír más de los
      elfos; parece que la oscuridad se cerrara sobre nosotros desde todos lados.
        —Os contaré la historia de Tinúviel —dijo Trancos—. Resumida, pues es un
      cuento largo del que no se conoce el fin; y no hay nadie en estos días excepto
      Elrond que lo recuerde tal como lo contaban antaño. Es una historia hermosa,
      aunque triste, como todas las historias de la Tierra Media, y sin embargo quizás
      alivie vuestros corazones.
      Trancos calló un tiempo y al fin no habló, pero entonó dulcemente:
       Las hojas eran largas, la hierba era verde,
       las umbelas de los abetos altas y hermosas
       y en el claro se vio una luz
       de estrellas en la sombra centelleante.
       Tinúviel bailaba allí,
       a la música de una flauta invisible,
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