Page 229 - El Señor de los Anillos
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acantilado sobre el que asomaban unos árboles. En la pared de piedra había una
puerta entreabierta que colgaba torcidamente de una bisagra. Se detuvieron
frente a la puerta. Detrás se abría una cueva o una cámara de roca, pero no se
alcanzaba a ver nada en la oscuridad. Trancos, Sam y Merry empujaron con
todas sus fuerzas y alcanzaron a abrir la puerta un poco más y luego Trancos y
Merry entraron en la cueva. No fueron muy lejos, pues en el suelo se veían
muchas viejas osamentas y no había otra cosa cerca de la entrada que grandes
jarras vacías y ollas rotas.
—¡Una cueva de trolls, seguro, si es que la hubo alguna vez! —gritó Pippin—.
Salid, vosotros dos y huyamos. Sabemos ahora quién hizo el sendero y será
mejor que nos alejemos en seguida.
—No es necesario, me parece —dijo Trancos, saliendo—. Es ciertamente
una cueva de trolls, pero parece abandonada hace mucho. No hay por qué
asustarse, creo. Pero descendamos con cuidado y ya veremos qué se presenta.
La senda continuaba desde la puerta y doblando a la derecha cruzaba otra vez
el terreno llano y se hundía en una ladera boscosa. Pippin, no queriendo
mostrarle a Trancos que estaba todavía asustado, iba delante con Merry. Sam y
Trancos marchaban detrás, uno a cada lado del poney, pues la senda era ahora
bastante ancha como para que cuatro o cinco hobbits caminaran de frente codo
con codo. Pero no habían ido muy lejos cuando Pippin volvió corriendo, seguido
por Merry. Los dos parecían aterrorizados.
—¡Hay trolls! —jadeó Pippin—. En un claro del bosque un poco más abajo.
Alcanzamos a verlos mirando entre los troncos. ¡Son muy grandes!
—Vamos a echarles un vistazo —dijo Trancos, recogiendo un palo.
Frodo no dijo nada, pero Sam tenía cara de espanto.
El sol estaba alto ahora, y relucía entre las ramas otoñales de los árboles,
iluminando el claro con brillantes parches de luz. Se detuvieron al borde del claro
y espiaron entre los troncos conteniendo el aliento. Allí estaban los trolls: tres
trolls de considerables dimensiones. Uno de ellos estaba inclinado y los otros dos
lo observaban.
Trancos se adelantó como al descuido.
—¡Levántate, vieja piedra! —dijo y rompió el palo en el lomo del troll
inclinado.
No ocurrió nada. Un jadeo de asombro entre los hobbits y luego el mismo
Frodo se echó a reír.
—¡Bueno! —dijo—. ¡Estamos olvidando la historia de la familia! Estos han
de ser los tres que atrapó Gandalf, cuando discutían sobre la mejor manera de
cocinar trece enanos y un hobbit.
—¡No tenía idea de que estuviésemos tan cerca del sitio! —dijo Pippin, que
conocía bien la historia, pues Bilbo y Frodo se la habían contado a menudo;