Page 429 - El Señor de los Anillos
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sombra del Balrog —concluyó en un suave susurro.
        —No era un Balrog —dijo Frodo, todavía temblando de frío—. Era algo más
      helado. Creo que era…
        Frodo se detuvo y no siguió hablando.
        —¿Qué  crees?  —preguntó  Boromir  con  interés,  inclinándose  fuera  de  su
      barca, como tratando de verle la cara a Frodo.
        —Creo…  No,  no  lo  diré  —respondió  Frodo—.  De  cualquier  manera,  esa
      caída aterrorizó a nuestros enemigos.
        —Así  parece  —dijo  Aragorn—.  Sin  embargo  no  sabemos  dónde  están,  ni
      cuántos son, ni qué harán mañana. ¡Esta noche nadie dormirá! La oscuridad nos
      protege. ¿Pero qué nos mostrará el día? ¡Tened las armas al alcance de la mano!
        Sam estaba sentado golpeteando con las puntas de los dedos la vaina de la
      espada, como si estuviese sacando cuentas.
        —Es muy raro —murmuró—. La luna es la misma que en la Comarca y en
      las  Tierras  Ásperas,  o  tendría  que  serlo.  Pero  ha  cambiado  de  curso,  o  estoy
      contando  mal.  Recuerde,  señor  Frodo:  la  luna  decrecía  cuando  descansamos
      aquella noche en la plataforma del árbol; una semana después del plenilunio, me
      pareció. Anoche se cumplía una semana de viaje y he aquí que se aparece una
      luna  nueva,  tan  delgada  como  una  raedura  de  uña,  como  si  no  hubiésemos
      pasado un tiempo en el país de los elfos.
        » Bien,  recuerdo  que  estuvimos  allí  tres  noches  al  menos  y  creo  recordar
      muchas otras; pero juraría que no pasó un mes. ¡Uno casi podría pensar que allá
      el tiempo no cuenta!
        —Y quizás así era —dijo Frodo—. Es posible que en ese país hayamos estado
      en un tiempo que era ya el pasado en otros sitios. Sólo cuando el Cauce de Plata
      nos llevó al Anduin, me parece, volvimos al tiempo que fluye por las tierras de
      los  mortales  hacia  las  Grandes  Aguas.  Y  no  recuerdo  ninguna  luna,  nueva  o
      vieja, en Caras Galadon: sólo las estrellas de noche y el sol de día.
        Legolas se movió en su barca.
        —No, el tiempo nunca se detiene del todo —dijo—, pero los cambios y el
      crecimiento no son siempre iguales para todas las cosas y en todos los sitios. Para
      los  elfos  el  mundo  se  mueve  y  es  a  la  vez  muy  rápido  y  muy  lento.  Rápido,
      porque los elfos mismos cambian poco y todo lo demás parece fugaz; lo sienten
      como una pena. Lento, porque no cuentan los años que pasan, no en relación con
      ellos mismos. Las estaciones del año no son más que ondas que se repiten una y
      otra vez a lo largo de la corriente. Sin embargo todo lo que hay bajo el sol ha de
      terminar un día.
        —Pero el proceso es lento en Lórien —dijo Frodo—. El poder de la Dama se
      manifiesta  ahí  claramente.  Las  horas  son  plenas,  aunque  parecen  breves,  en
      Caras Galadon, donde Galadriel guarda el anillo élfico.
        —Esto no hay que decirlo fuera de Lórien, ni siquiera a mí —dijo Aragorn—.
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