Page 431 - El Señor de los Anillos
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—Los hombres de Minas Tirith no abandonan a sus amigos en los momentos
difíciles —dijo—, y necesitaréis de mis fuerzas, si llegáis a Escarpa. Iré hasta la
isla alta, pero no más adelante. De allí me volveré a mi país, solo, si no me gané
con mi ayuda la recompensa de un compañero.
El día avanzaba y la niebla se había disipado un poco. Se decidió que Aragorn y
Legolas se adelantaran a lo largo de la costa, mientras los otros se quedaban en
las barcas. Aragorn esperaba encontrar algún camino por el que pudieran llevar
las barcas y el equipaje hasta las aguas tranquilas de más allá de los rápidos.
—Las barcas de los elfos no se hundirían quizá —dijo—, pero eso no significa
que podríamos sobrevivir a los rápidos. Nadie lo ha conseguido hasta ahora. Los
Hombres de Gondor no abrieron ningún camino en esta región, pues aun en los
mejores días el reino no llegaba hasta el Anduin más allá de Emyn Muil; pero
hay una senda para bestias de carga en alguna parte de la orilla occidental y
espero encontrarla. No creo que haya desaparecido, pues en otro tiempo las
embarcaciones lógicas cruzaban las Tierras Ásperas descendiendo hasta
Osgiliath y esto hasta hace pocos años, cuando los orcos de Mordor empezaron a
multiplicarse.
—He visto pocas veces a lo largo de mi vida que una barca viniera del norte,
y los orcos dominan la orilla oriental —dijo Boromir—. Si seguimos adelante, el
peligro crecerá con cada milla y aún falta encontrar un camino.
—El peligro acecha en todos los caminos que van al sur —respondió Aragorn.
Esperadnos un día. Si en ese tiempo no volvemos, sabréis que el infortunio nos ha
alcanzado esta vez. Entonces tendréis que elegir un nuevo jefe y luego seguirlo
como mejor podáis.
Frodo sintió una congoja en el corazón mientras miraba cómo Aragorn y
Legolas ascendían la empinada barranca y desaparecían en la niebla; pero no
había por qué preocuparse. Sólo habían pasado dos o tres horas y era aún el
mediodía cuando las formas borrosas de los exploradores aparecieron de nuevo.
—Todo bien —dijo Aragorn, bajando por la barranca—. Hay una senda,
lleva a un embarcadero todavía útil. No está lejos. Los rápidos empiezan media
milla aguas abajo y no se extienden por más de una milla. No mucho después la
corriente se vuelve de nuevo clara y mansa, aunque sigue siendo rápida. El
trabajo más duro será llevar las barcas y el equipaje hasta el viejo sendero. Lo
hemos encontrado, pero corre bastante lejos de la orilla, a unas doscientas
yardas, y al amparo de una pared de roca. No hemos visto el desembarcadero
del norte. Si aún existe tenemos que haber pasado anoche por allí. Podríamos
remontar con mucho trabajo la corriente y quizá no lo viéramos en la niebla.
Temo que tengamos que dejar el río ahora mismo y tomar como podamos ese
camino.
—No será fácil, aunque todos fuéramos hombres —dijo Boromir.