Page 430 - El Señor de los Anillos
P. 430
¡No hables más! Pero así es, Sam: en esas tierras no valen las cuentas. Allí el
tiempo pasó tan rápidamente para nosotros como para los elfos. La vieja luna ha
muerto y otra ha crecido y decrecido en el mundo exterior, mientras nos
demorábamos allí. Y anoche la luna nueva apareció otra vez. El invierno casi ha
terminado. El tiempo fluye hacia una primavera de flacas esperanzas.
La noche fue silenciosa. Ninguna voz, ninguna llamada volvió a elevarse del otro
lado del agua. Los viajeros acurrucados en las barcas sintieron el cambio en el
aire. Era tibio ahora y estaba muy quieto bajo los nubarrones húmedos que
habían venido del sur y los mares lejanos. Las aguas que golpeaban las rocas de
los rápidos parecían más ruidosas y más próximas. Sobre ellos las ramas de los
árboles empezaron a gotear.
Cuando llegó el día, el mundo de alrededor tenía un aspecto blando y triste.
Lentamente el alba dio paso a una luz gris, difusa y sin sombras. Había una
bruma sobre el río y una niebla blanca cubría la costa; la orilla opuesta no se
veía.
—No soporto la niebla —dijo Sam—, pero ésta parece de buena suerte.
Ahora quizá podamos irnos sin que esos malditos nos vean.
—Quizá —dijo Aragorn—. Pero nos costará encontrar el camino si esa niebla
no se levanta un poco dentro de un rato. Y tenemos que encontrarlo, si queremos
cruzar Sarn Gebir y llegar a Emyn Muil.
—No entiendo por qué razón tenemos que cruzar los rápidos o seguir el curso
del río todavía más —dijo Boromir—. Si Emyn Muil está ahí delante, podríamos
abandonar estas cáscaras de nuez y marchar hacia el oeste y el sur hasta llegar
al Entaguas y pasar a mi propio país.
—Sí, si vamos a Minas Tirith —dijo Aragorn—, pero todavía no está decidido.
Y ese rumbo puede ser más peligroso de lo que parece. El valle del Entaguas es
llano y pantanoso, y la niebla es un peligro mortal para quienes van cargados y a
pie. Yo no abandonaría las barcas hasta que fuese indispensable. En el río al
menos no podremos extraviarnos.
—Pero el enemigo domina la costa oriental —dijo Boromir—. Y aunque
cruzáramos las Puertas de Argonath y llegáramos sanos y salvos a Escarpa, ¿qué
haríamos entonces? ¿Saltar por encima de las Cascadas y caer en los pantanos?
—¡No! —respondió Aragorn—. Di mejor que llevaremos las barcas por el
viejo camino hasta el pie del Rauros, donde volveremos al agua. ¿Ignoras,
Boromir, o prefieres olvidar la Escalera del Norte y el elevado sitial de Amon
Hen, que fueron construidos en los días de los grandes reyes? Yo al menos tengo
la intención de detenerme en esas alturas antes de decidir qué camino
seguiremos. Quizá veamos allí alguna señal que pueda orientarnos.
Boromir discutió este plan largo rato, pero cuando fue evidente que Frodo
seguiría a Aragorn, no importaba dónde, cedió de pronto.