Page 498 - El Señor de los Anillos
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más allá de un par de metros. Los fuegos no alcanzaban a iluminar la loma. Los
jinetes, sin embargo, no se contentaron con esperar al alba, dejando que los
enemigos descansasen. Un clamor repentino estalló en la falda este de la loma
mostrando que algo andaba mal. Al parecer algunos hombres se habían acercado
a caballo y desmontando en silencio se habían arrastrado hasta los bordes del
campamento. Allí mataron a varios orcos y se perdieron otra vez en las tinieblas.
Uglúk corrió a prevenir una huida precipitada.
Pippin y Merry se enderezaron. Los guardias isengardos habían partido con
Uglúk. Pero si los hobbits creyeron poder escapar, la esperanza les duró poco. Un
brazo largo y velludo los tomó por el cuello y los juntó, arrastrándolos.
Alcanzaron a ver la cabezota y la cara horrible de Grishnákh entre ellos. Sentían
en las mejillas el aliento infecto del orco, que se puso a manosearlos y a
palparlos. Pippin se estremeció cuando unos dedos duros y fríos le bajaron
tanteando por la espalda.
—¡Bueno, mis pequeños! —dijo Grishnákh en un susurro sofocado—.
¿Disfrutando de un bonito descanso? ¿O no? No en muy buena posición, quizás;
espadas y látigos de un lado y lanzas traicioneras del otro. Las gentes pequeñas
no tendrían que meterse en asuntos demasiado grandes.
Los dedos de Grishnákh seguían tanteando. Tenía en los ojos una luz que era
como un fuego, pálido pero ardiente.
La idea se le ocurrió de pronto a Pippin, como si le hubiera llegado
directamente de los pensamientos que urgían al orco. « ¡Grishnákh conoce la
existencia del Anillo! Está buscándolo, mientras Uglúk se ocupa de otras cosas; es
probable que lo quiera para él.» Pippin sintió un miedo helado en el corazón,
pero preguntándose al mismo tiempo cómo podría utilizar en provecho propio el
deseo de Grishnákh.
—No creo que ese sea el modo —murmuró—. No es fácil de encontrar.
—¿Encontrar? —dijo Grishnákh; los dedos dejaron de hurgar y se cerraron en
el hombro de Pippin. ¿Encontrar qué? ¿De qué estás hablando, pequeño?
Pippin calló un momento. Luego, de pronto, gorgoteó en la oscuridad: gollum,
gollum.
—Nada, mi tesoro —añadió.
Los hobbits sintieron que los dedos se le crispaban a Grishnákh.
—¡Oh ah! —siseó la criatura entre dientes—. Eso es lo que quieres decir, ¿eh?
¡Oh ah! Muy, pero muy peligroso, mis pequeños.
—Quizá dijo Merry, atento ahora y advirtiendo la sospecha de Pippin. Quizás
y no sólo para nosotros. Claro que usted sabrá mejor de qué se trata. ¿Lo quiere,
o no? ¿Y qué daría por él?
—¿Si yo lo quiero? ¿Si yo lo quiero? —dijo Grishnákh, como perplejo; pero le
temblaban los brazos—. ¿Qué daría por él? ¿Qué queréis decir?
—Queremos decir —dijo Pippin eligiendo con cuidado las palabras— que no