Page 291 - Dune
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salvia  por  encima  de  todos  los  demás  olores  de  la  noche.  El  pájaro…  era  un
           componente normal de aquel desierto. Ahora el silencio era tan profundo que casi era
           posible sentir el fluir de la lechosa luz de la luna sobre los saguaro centinelas y los

           espinosos matojos. La luz allí era una especie de silencioso murmullo, una armonía
           más profunda que ninguna otra en todo aquel universo.
               —Será  mejor  que  busquemos  un  lugar  donde  montar  la  tienda  —dijo  Paul—.

           Mañana buscaremos a los Fremen que…
               —¡La mayor parte de los intrusos lamentan encontrar a los Fremen!
               Era una voz de hombre, dura e imperiosa, cuyas palabras rompieron el encanto.

           Venía de su derecha, por encima de ellos.
               —Os ruego que no corráis, intrusos —dijo la voz, cuando Paul se volvió hacia la
           garganta—. Si corréis no haréis más que malgastar el agua de vuestros cuerpos.

               ¡Esto  es  lo  que  quieren,  el  agua  de  nuestros  cuerpos!,  pensó  Jessica.  Sus
           músculos olvidaron toda fatiga, tensándose al máximo, sin traicionar aquel cambio en

           su actitud externa. Localizó el punto de donde venía la voz, pensando: ¡Tan sigilosos!
           No les he oído llegar. Y se dio cuenta de que el propietario de aquella voz se había
           acercado produciendo tan sólo los ruidos naturales del desierto.
               Otra voz llamó desde el borde de la depresión, a su izquierda:

               —Apresúrate,  Stil.  Toma  su  agua  y  sigamos  nuestro  camino.  Tenemos  poco
           tiempo hasta el alba.

               Paul, menos condicionado que su madre a reaccionar, lamentó haberse asustado e
           intentado escapar, puesto que aquel instante de pánico había ofuscado sus facultades.
           Se  obligó  a  obedecer  sus  enseñanzas:  relajarse,  luego  fingir  que  estaba  relajado  y
           tensar todos sus músculos, dispuestos a saltar como un muelle en cualquier dirección.

               Sin embargo, se sentía aún al borde del miedo, y reconoció su origen. Aquel era
           un tiempo ciego, un futuro que no había visto… y estaban a merced de dos Fremen

           salvajes cuyo único interés era el agua que contenían sus dos cuerpos desprovistos de
           escudo.






























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