Page 52 - En el corazón del bosque
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10. Noah y el viejo
      —Entonces, ¿ganó la carrera? —quiso saber Noah—. ¿Lo derrotó?
        —Así es —respondió el viejo con una sonrisa—. Y, créeme, yo quedé tan
      asombrado como los demás. Nunca imaginé que pudiese ganar, pero resultó que
      soy un atleta por naturaleza, el corredor más veloz que el pueblo ha conocido
      nunca. Y, para ser justo con Toby Lovely, reconoció que era así y me felicitó.
        —Supongo que después de eso se hicieron grandes amigos, ¿no?
        —En  absoluto  —contestó  negando  con  la  cabeza—.  No  nos  soportábamos.
      Dejó de acosarme, eso es verdad, pero no volvimos a hablarnos. Me temo que
      esta historia acaba aquí. Pero la mía no había hecho más que empezar. Estaba a
      punto de comerme el mundo.
        —¿Y por eso su padre hizo esta marioneta? —preguntó Noah sosteniendo la
      del señor Wickle—. ¿Porque fue el hombre que ayudó a poner fin a todos los
      acosos?
        —Más o menos. Pero a mi padre no le caía del todo bien, pues siempre decía
      que  de  no  ser  por  el  señor  Wickle  me  habría  quedado  en  casa  los  años  que
      siguieron, en lugar de estar corriendo por ahí y dejarlo solo. Me echaba mucho
      de menos cuando yo no estaba, ¿sabes? Nos habíamos mudado al bosque para
      que no me metiera en líos y travesuras, pero yo los había encontrado de otra
      clase. Hizo esta marioneta para poder mirarla y zarandearla cuando se enfadara
      conmigo.
        —Qué curioso —comentó Noah dejando la marioneta en la mesa.
        —Verás,  resulta  que  el  señor  Wickle  se  percató  de  inmediato  de  que  mis
      piernas eran excepcionalmente fuertes y me apuntó a fútbol y rugby, a tenis y
      lacrosse, a bádminton y hockey, a submarinismo y paracaidismo, a descenso en
      balsa  y  ciclismo,  a  automovilismo  y  natación  sincronizada,  a  baloncesto  y
      atletismo, a escalada y remo, a vela y tiro al arco, a béisbol y boxeo, y no tardé
      en ganarme la fama de mejor atleta que había visto nunca el pueblo. El profesor
      de polo hasta me invitó a asistir a sus clases, pero decliné la oferta. « No, no me
      gusta el polo» , le dije.
        —Nunca  había  conocido  a  nadie  que  practicara  tantos  deportes  —declaró
      Noah.
        —Sí, pero lo que más me gustaba era correr. Todos los días, el señor Wickle
      me  cronometraba  en  un  circuito  que  partía  de  las  puertas  del  colegio  para
      recorrer  la  carretera,  internarme  en  el  bosque  y  volver  a  salir,  seguir  calle
      arriba,  cruzar  el  pueblo,  pasar  ante  mi  amigo  el  burro  y  regresar  al  patio  del
      colegio.  Decía  que  tenía  más  potencial  que  cualquier  niño  que  hubiese  visto
      nunca,  y  él  los  había  visto  a  todos.  « Te  revelaré  un  truco» ,  me  dijo  el  señor
      Wickle,  inclinándose  para  estrecharme  un  hombro:  « Si  quieres  mejorar  tu
      marca, corre más rápido» .
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