Page 70 - En el corazón del bosque
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14. Noah y el viejo
      —Un niño de mi clase conoció a la reina —dijo Noah, acordándose del día en
      que Charlie Charlton había llegado al colegio vestido con traje y corbata y con el
      pelo bien peinado por una vez en su vida—. Le ofreció un ramo de flores y le
      dijo: « Estamos encantados de que haya venido, majestad» . Salió en el periódico
      local.
        —Era una reina distinta —puntualizó el anciano—. Los reyes a los que yo
      conocí hace mucho que desaparecieron.
        Se inclinó para tomar la marioneta de manos de Noah y contemplarla con
      cariño, acariciando con un dedo la talla del regio atuendo y exhalando un suspiro.
      Luego se la devolvió al niño, que la dejó sobre la mesa junto a las de la señora
      Shields y el señor Wickle.
        —Por lo que cuenta, su padre debió de alegrarse mucho de su vuelta —dijo
      Noah—. ¿Se sentía muy solo sin usted?
        —Claro que sí. Los padres se sienten muy solos cuando sus hijos están lejos,
      ¿no lo sabías? Y apenas tenía amigos. Estaba, por supuesto, el burro que nos había
      dado la bienvenida el día de nuestra llegada. Aunque en realidad era más amigo
      mío que de mi padre, pues contábamos más o menos la misma edad. Y había
      también un perro salchicha que siempre se paraba a charlar un rato. Él y papá se
      llevaban muy bien.
        —He conocido a ese salchicha esta mañana —dijo Noah—. Ha sido él quien
      me lo ha contado todo sobre el árbol delante de su tienda. Me ha ayudado mucho.
      Aunque parece ofenderse con facilidad.
        —Sí,  a  veces  es  un  poco  susceptible,  pero  es  un  perro  muy  decente,  de
      verdad. Es un amigo especial para mí. De hecho, ese salchicha y el burro son
      probablemente mis mejores amigos de un tiempo a esta parte.
        —Mi mejor amigo es Charlie Charlton —dijo Noah—. Sabe tocar el trombón
      y empezó a enseñarme hace unos meses, aunque dice que aún me queda mucho
      por aprender si quiero ser una décima parte de lo bueno que es él.
        —Bueno, eso ya nunca pasará, supongo. Puesto que te has ido de casa, quiero
      decir. Me figuro que no encontrarás muchos extraños por los caminos dispuestos
      a darte lecciones de trombón.
        Noah asintió despacio con la cabeza y frunció el entrecejo. Eso no se le había
      ocurrido.
        —Sea como fuere, el burro y el salchicha le hicieron compañía a mi padre
      mientras estuve fuera —continuó el anciano—. Pero creo que siempre supe que
      no era lo mismo que cuando yo estaba aquí para ayudarlo con la tienda y jugar
      al ajedrez con él por las noches. Los padres pueden tener todos los amigos que
      quieran, pueden recibir la visita de todos los burros y perros salchicha del mundo,
      pero nada les compensa no tener cerca a sus hijos. Por cierto, supongo que tus
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