Page 76 - En el corazón del bosque
P. 76
16. Noah y el viejo
—Entonces, si no había comido algodón de azúcar —dijo el viejo dejando sobre
la mesa la marioneta a medio tallar, para recoger los platos de postre vacíos y
llevarlos despacio hasta el fregadero, donde abrió los grifos, arrojó un par de
estropajos y les dejó hacer su trabajo—, ¿por qué se encontraba mal?
Noah clavó la mirada en la mesa y pasó el dedo por una marca que habría
dejado, supuso, un roce de formón. No dijo nada, no levantó la vista, y confió en
que el hombre no le hiciera más preguntas de esa clase.
—¿No quieres contestar? —inquirió el anciano en voz baja.
Noah lo miró y tragó saliva, y luego negó con la cabeza.
—No quiero ser grosero —respondió por fin, con tono más enérgico de lo que
pretendía—, pero, ahora que me he escapado de casa, creo que es mejor que no
piense en mis padres ni que hable de ellos.
—Vaya cosa rara acabas de decir —repuso el viejo, volviéndose para
mirarlo con cara de sorpresa—. Primero tu madre te defiende de un guardia de
seguridad que te acusa sin razón, luego convierte una piscina en una playa, y
después te saca del colegio para llevarte a una feria, ¿y no quieres hablar de ella?
Si yo hubiera tenido una madre así… —Se interrumpió, para luego añadir con
tristeza—: Bueno, yo nunca tuve madre, sólo tenía a papá. Pero sigo sin
comprender por qué no quieres estar con ella.
Noah pensó largo rato en aquellas palabras antes de responder.
—No es que no quiera estar con ella —empezó, sintiéndose frustrado—. ¡Oh,
qué difícil es de explicar! Verá, lo que pasa es que ella me hizo una promesa. Y
me parece que va a romperla. Y no quiero estar allí cuando eso ocurra.
—¿Crees que va a romperla?
—Sí.
—¿Y qué promesa es ésa?
Noah negó con la cabeza, dejando claro que no quería decirlo.
—Bueno, pues lo lamento —dijo el anciano con un suspiro—. Aunque
supongo que a veces todos hacemos promesas que luego no podemos cumplir.
—Apuesto a que usted nunca las ha hecho.
—Si piensas eso te equivocas de medio a medio. Deberías haber oído las
promesas que hice de niño. ¿Sabes una cosa? Todo lo que mi padre hizo en su vida
fue por mi bienestar, pero yo lo defraudaba una y otra vez, largándome en busca
de aventuras y metiéndome en toda clase de líos. Y hablando de promesas…
bueno, he tenido que vivir con una promesa incumplida toda mi vida… Y ahora,
¿te apetece un poco de té? ¿Una taza de café, quizá?
—Yo no tomo té ni café —respondió Noah con una cara que sugería que
acababa de comerse un kilo de manzanas podridas—. Pero tomaré un vaso de
leche, si tiene.