Page 48 - HOMO_VIDENS
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Entretanto, es toda la educación la que está decavendo y la que se ha deteriorado por
                  el  68  y  por  la  torpe  pedagogía  en  auge.  En  segundo  lugar  y,  específicamente,  la
                  televisión empobrece drásticamente la información y la formación del ciudadano. Por
                  último,  y  sobre  todo  (como  venimos  diciendo  en  todo  este  trabajo),  el  mundo  en
                  imágenes que nos ofrece el vídeo-ver desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con
                  ella, nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontar- los racionalmente. En
                  estas  condiciones,  el  que  apela  y  promueve  un  demos  que  se  autogobierne  es  un
                  estafador sin escrúpulos, o un simple irresponsable, un increíble inconsciente.


                     Y, sin embargo, es así. Estamos acosados por pregoneros que nos aconsejan a bombo
                  y platillo nuevos mecanismos de consenso y de intervención directa de los ciudadanos
                  en  las  decisiones  de  gobierno,  pero  que  callan  como  momias  ante  las  premisas  del
                  discurso, es decir, sobre lo que los ciudadanos saben o no saben de las cuestiones sobre
                  la  cuales  deberían  decidir.  No  tienen  la  más  mínima  sospecha  de  que  éste  sea  el
                  verdadero problema. Los «directistas» distribuyen permisos de conducir sin preguntarse
                  si las personas saben conducir.


                      De modo que la visión de conjunto es ésta: mientras la realidad se complica y las
                  complejidades  aumentan  vertiginosamente,  las  mentes  se  simplifican  y  nosotros
                  estamos cuidando —como ya he dicho— a un vídeo-niño que no crece, un adulto que se
                  configura  para  toda  la  vida  como  un  niño  recurrente.  Y  éste  es  el  mal  camino,  el
                  malísimo camino en el que nos estamos embrollando.Debemos añadir, por último, que
                  actualmente  nos  encontramos  ante  un  demos  debilitado  no  sólo  en  su  capacidad  de
                  entender  y  de  tener  una  opinión  autónoma,  sino  también  en  clave  de  «pérdida  de
                  comunidad». Robert Putnam ha documentado ampliamente el hecho de que en Estados
                  Unidos está empezando a producirse una erosión del «capital social» entendido como
                  social  connectedness,  neighborliness  y  social  trust,  es  decir,  como  vínculos  de
                  vecindario. Los datos de Putnam  ya no me convencen demasiado, pero es cierto que
                  estar frente a la pantalla nos lleva a encerrarnos, a aislarnos en casa. La televisión crea
                  una «multitud solitaria» incluso entre las paredes domésticas. Lo que nos espera es una
                  soledad electrónica: el televisor que reduce al mínimo las interacciones domésticas, y
                  luego Internet que las transfiere y transforma en interacciones entre personas lejanas,
                  por medio de la máquina. También en este sentido es dificil estar peor de lo que estamos
                  en cuanto a una democracia cuyo demos debería administrar participando un sistema de
                  demo-poder. Y si esto no nos preocupa, tal vez sea porque estamos ya en la edad del
                  postpensamiento. Siempre se le ha atribuido a la prensa, a la radio y a la televisión un
                  especial significado democrático: una difusión más amplia de información y de ideas.


                      Pero el valor democrático de la televisión —en las democracias 8_ se va convirtiendo
                  poco a poco en un engaño: un demopoder atribuido a un demos desvirtuado. «El hecho
                  de  que  la  información  y  la  educación  política  estén  en  manos  de  la  televisión  [...]
                  representa serios problemas para la democracia. En lugar de disfrutar de una democracia
                  directa, el demos está dirigido por los medios de comunicación» (lonescu, 1993, pág.
                  234). No es sólo una cuestión de «mainutrición informativa», sino que además «quienes
                  seleccionan las informaciones se convierten en administradores del dominio simbólico
                  de  las  masas.  Es  suficiente  con  aumentar  o  reducir  ciertas  dosis  de  imágenes  o  de
                  noticias para que se adviertan las consecuencias de las técnicas de nutrición adoptadas»
                  (Fisichella, 1995-1996, pág. 68).
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