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Al final, el poder pasa al Gran Hermano electrónico. Negroponte (1995, pág. 47) lo
explica del siguiente modo: «El futuro será nada más y nada menos que industria
electrónica. Se dispondrá de una inmensa memona que producirá un inmenso poder [...J.
Se mire corno se mire, será el poder del ordenador». Sí, pero hay que añadir algo
importante: los ordenadores no son entidades metafisicas; son máquinas utilizadas por
personas de carne y hueso. Negroponte sobrevuela, pues. sobre el Gran Hermano. Que
no será —es cierto— un Gran Hermano en singular. Lo cual no será óbice para que la
«tecnópoli» digital sea utilizada por una raza patrona de pequeñísimas élites, de tecno-
cerebros altamente dotados, que desembocará —según las previsiones de Neil Postman
(1985)— en una «tecnocracia convertida en totalitaria» que plasma todo y a todos a su
imagen y semejanza.
5. REGNUMHOMÍNIS Y HOMBRES BESTIAS
El primer filósofo que entendió el poder que la ciencia ofrece al hombre fue, a
principios del xvii, Francis Bacon. En su utopía, Nueva Atlántida, Bacon imaginaba un
paraíso de la técnica, un enorme laboratorio experirnental y preveía un regnurn hominis
en el que el saber científico le daría al hombre el poder de dominar la naturaleza. Así ha
sido. Pero el saber científico es todo un saber abstracto fundado en un pensamiento en
conceptos . Sólo con el acto de ver no ha nacido ciencia alguna. Por tanto, en la óptica
baconiana la era del regnum hominis está en el ocaso. Ya no tenemos un hombre que
«reina» gracias a la tecnología inventada por él, sino más bien un hombre sometido a la
tecnología, dominado por sus máquinas. El inventor ha sido aplastado por sus inventos.
En 1909, E. M. Forster escribió The Machine Stops, la máquina se detiene. Forster
imaginaba con un siglo de anticipación un mundo en el cual una red electrónica nos
conectaba a todos, un mundo en el que todos se encerraban y aislaban en sus casas,
mientras se comunican constantemente. Yel héroe de la historia denuncia esta locura y
dice: «la máquina funciona [...] pero rio para nuestros fines». Después la máquina se
rompe y con ella el mundo entero. ¿Quién puede decir que las predicciones nunca se
cumplen?
El núcleo en torno al cual todo se imbrica es el hombre corno animal racional. En este
trabajo, he insistido en la noción de animal simbólico porque no postulo que el hombre
sea un animal racional. Su racionalidad presupone un lenguaje lógico (no sólo un
lenguaje emotivo: cfr Sartori, 1979, págs. 12-13) y un pensamiento abstracto que se
desarrolla deductivamente, de premisa a consecuencia. Por consiguiente, nuestra
racionalidad es una potencialidad y, asimismo, un tener que ser, dificil de lograr y fácil
de perder; es sólo una parte de nuestro ser. Pero es la condición sine qua non, la
condición imprescindible, la condición necesaria, Y, sin embargo, el animal
racionalestá siendo atacado profundamente, más de cuanto lo haya estado nunca. La
llamada filosofia post- moderna (estamos siempre superándolo todo, y por ello tenernos
siempre un post que desdice el que existía antes) va rencorosamente al asalto de la
«verdad», erigida de modo engañoso y artificioso— en una concepción monolítica.