Page 106 - Cementerio de animales
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desprenderse del hielo al que había adherido… crrrass. El animal pesaba de un modo
           increíble,  como  si  la  muerte  hubiera  puesto  una  carga  material  en  su  cuerpo.
           «Canastos, parece un saco de arena.»

               Jud sostenía el otro extremo del saco y Louis dejó caer a Church, contento de
           librarse de aquel extraño y desagradable peso.
               —¿Qué piensas hacer ahora con él? —preguntó Jud.

               —Lo dejaré en el garaje y lo enterraré por la mañana —dijo Louis.
               —¿En Pet Sematary?
               Louis se encogió de hombros.

               —Probablemente.
               —¿Se lo dirás a Ellie?
               —Eso… tengo que pensarlo.

               Jud guardó silencio unos momentos y pareció tomar una decisión.
               —Espera un par de minutos, Louis.

               Jud se alejó, sin tener en cuenta, al parecer, que tal vez Louis no deseara quedarse
           allí esperando un par de minutos, con aquella noche tan cruda. Caminaba con una
           firmeza y una elasticidad asombrosas para un hombre de su edad. Y Louis descubrió
           que no tenía inconveniente en esperar. Se sentía como si no fuera él. Siguió con la

           mirada a Jud, perfectamente conforme con quedarse allí.
               Cuando la puerta se cerró con un chasquido, él se volvió de cara al viento, con la

           bolsa de la basura que contenía a Church a los pies.
               «Conforme.»
               Sí, lo estaba. Por primera vez desde que llegaron a Maine, se sentía plenamente
           encajado, en su casa. En aquella soledad, a la luz grisácea del anochecer, en el umbral

           del invierno, se sentía triste y extrañamente excitado a la vez. Y también colmado,
           colmado como nunca se había sentido, o no recordaba haberse sentido.

               «Aquí va a pasar algo, hermano. Y algo muy extraño.»
               Echó la cabeza hacia atrás y vio las frías estrellas del invierno en un cielo que se
           oscurecía por momentos.
               No habría podido decir cuánto tiempo estuvo allí, aunque no debió de ser mucho,

           calculado en minutos y segundos. Luego, en el porche de Jud parpadeó una luz que
           oscilaba,  se  acercaba  a  la  puerta  y  bajaba  las  escaleras.  Era  una  gran  linterna  de

           cuatro  elementos  que  Jud  traía  en  la  mano.  Con  la  otra  mano  sostenía  algo  que  a
           Louis le pareció una X grande… y luego vio que era un pico y una pala.
               Jud le tendió la pala a Louis, que la tomó con su mano libre.

               —Jud, ¿qué te propones? No podemos enterrarlo esta noche.
               —Sí podemos y lo enterraremos. —La cara de Jud quedaba en la sombra, detrás
           del deslumbrante haz de la linterna.

               —Jud, está oscuro. Es tarde. Y hace frío…




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