Page 107 - Cementerio de animales
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—Vamos —dijo Jud—. Manos a la obra.
               Louis  sacudió  la  cabeza  y  trató  de  resistirse,  pero  no  encontraba  palabras,
           palabras razonables, explicaciones. Parecían carentes de sentido en medio del ulular

           del viento y bajo aquel dosel de estrellas centelleantes.
               —Eso puede esperar hasta mañana, cuando haya luz…
               —¿Ellie quiere al gato?

               —Sí, pero…
               La voz de Jud era suave y la entonación, lógica.
               —¿Y tú la quieres a ella?

               —Naturalmente, es mi hi…
               —Pues ven conmigo.
               Y Louis fue con él.




                                                            * * *



               Dos veces —tal vez tres— Louis trató de hablar a Jud aquella noche, camino de
           Pet Sematary, pero Jud no respondió y Louis desistió. Seguía sintiendo aquel sosiego,
           extraño,  dadas  las  circunstancias,  pero  real.  Parecía  dimanar  de  todas  partes.  Lo

           percibía incluso en la fatiga de acarrear en una mano a Church y en la otra, la pala.
           Lo percibía en el viento helado que le insensibilizaba las partes de su cuerpo que
           estaban al descubierto. Y en los mismos árboles. Y en la luz oscilante de la linterna

           de Jud. Louis sentía la presencia indiscutible, omnímoda y magnética de un misterio.
           Un misterio tenebroso.
               Dejaron atrás el bosque, en el que apenas había nieve. Habían llegado al claro.

           Allí se adivinaba el leve resplandor de la nieve.
               —Vamos  a  hacer  un  alto  para  descansar  —dijo  Jud,  y  Louis  dejó  la  bolsa.  Se
           enjugó el sudor de la frente con la manga. «¿Un alto?» Pero si ya habían llegado.

           Louis distinguió las estelas a la luz de la linterna que describió un círculo errabundo
           cuando Jud se sentó y apoyó la cara entre los brazos.

               —Jud, ¿te encuentras bien?
               —Perfectamente. Sólo necesitaba recobrar el aliento. Louis se sentó a su lado e
           hizo media docena de inspiraciones profundas.
               —En estos momentos, me siento divinamente —dijo Louis—. Hacía más de seis

           años que no me encontraba tan bien. Ya sé que parece un disparate decir eso, cuando
           uno va a enterrar al gato de su hija, pero es la pura verdad, Jud.

               Jud respiró profundamente un par de veces.
               —Sí; sé a lo que te refieres. Sucede de vez en cuando. Uno no elige el momento
           para sentirse bien ni para sentirse de otro modo. Y el lugar influye, pero tampoco hay
           que atribuirlo a eso. La heroína da una sensación de bienestar al adicto mientras se la




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