Page 108 - Cementerio de animales
P. 108

inyecta en el brazo y, no obstante, le está envenenando. Le envenena el cuerpo y le
           envenena  el  pensamiento.  Este  lugar  puede  tener  el  mismo  efecto,  Louis,  no  lo

           olvides. Ojalá no me equivoque en lo que voy a hacer. Creo que no, pero no estoy
           seguro. A veces soy incapaz de pensar con claridad. Debe de ser la senilidad.
               —No sé a qué te refieres.
               —Este lugar tiene poder, Louis. Aquí aún no es muy fuerte, pero… donde ahora

           vamos…
               —Jud…
               —Sígueme. —Jud se había puesto en pie. La luz de la linterna iluminó el montón

           de árboles derribados. Jud se dirigía hacia allí. Louis recordó de pronto su noche de
           sonámbulo. ¿Qué le había dicho Pascow en aquel sueño?
               «No  pase  de  ahí,  por  más  que  crea  necesitarlo,  doctor.  No  se  debe  pasar  la

           barrera.»
               Pero  ahora,  esta  noche,  aquel  sueño,  advertencia  o  lo  que  fuere,  parecía  haber

           ocurrido  varios  años  atrás,  no  sólo  unos  meses.  Louis  se  sentía  sereno  y  lleno  de
           energía, dispuesto a enfrentarse a todo e intrigado. Pensó que esto también parecía un
           sueño.
               Entonces Jud se volvió hacia él. La capucha parecía rodear una cavidad vacía y,

           durante un momento, Louis imaginó que era el propio Pascow el que estaba ahora
           frente a él y que de un momento a otro el haz luminoso de la linterna alumbraría una

           sonrisa descarnada y burlona, y sintió que se le helaba la sangre.
               —Jud, no podemos trepar por ahí —dijo—. Nos romperemos una pierna cada uno
           y nos moriremos de frío al tratar de volver.
               —Tú sígueme —dijo Jud—. Sígueme sin mirar abajo. No vaciles ni mires abajo.

           Yo conozco el camino, pero hay que pasar deprisa y con seguridad.
               Louis empezó a pensar que quizá, al fin y al cabo, aquello fuera realmente un

           sueño. Sin duda, aún no había despertado de la siesta. «Si estuviera despierto —pensó
           —, no me subiría a ese montón de troncos ni borracho. Pero voy a subir. Creo que sí.
           Por consiguiente, estoy soñando, ¿no?»
               Jud se desvió ligeramente hacia la izquierda. El haz luminoso enfocó el montón

           de (huesos) árboles derribados y troncos secos. El círculo de luz iba concentrándose a
           medida  que  se  acercaban.  Sin  detenerse  ni  por  asomo,  sin  mirar  siquiera  para

           cerciorarse  de  que  estaba  en  el  sitio  justo,  Jud  empezó  a  subir.  No  trepaba  con  el
           cuerpo doblado hacia adelante, como el que asciende por una cuesta empinada o por
           una ladera arenosa. Parecía estar subiendo una escalera. El que sube escaleras no se

           preocupa de mirar abajo, porque sabe dónde está cada peldaño. Jud subía seguro de
           dónde ponía el pie.
               Louis le seguía con idéntica seguridad.

               No  miraba  dónde  pisaba.  Sin  saber  por  qué,  tenía  la  certidumbre  de  que  los




                                        www.lectulandia.com - Página 108
   103   104   105   106   107   108   109   110   111   112   113