Page 305 - El Misterio de Salem's Lot
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—Y Straker está frito —comentó Jimmy—. No habrá vida eterna para él. Pero
¿por qué de esta manera, colgado patas arriba?
—Es tan viejo como Macedonia —señaló el padre Callahan—. Colgar patas
arriba el cuerpo del enemigo, o del traidor, de modo que la cabeza mire hacia la tierra
y no hacia el cielo. Es la forma en que crucificaron a san Pablo, en una cruz en forma
de X, con las piernas quebradas.
Ben volvió a hablar; su voz sonaba cansada y polvorienta en su garganta.
—Todavía sigue distrayéndonos. Sus tretas son interminables. Vamos.
Todos le siguieron por el pasillo y bajaron las escaleras hacia la cocina. Una vez
allí, Ben volvió a ceder la cabeza al padre Callahan. Por un momento los dos se
miraron, y después los ojos de Ben se dirigieron a la puerta del sótano que los
conduciría hacia abajo, como hacía veinticinco años había empezado a subir unas
escaleras que le llevaron a enfrentarse a una pregunta abrumadora.
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El sacerdote empezó a bajar los peldaños, pero Mark necesitó de toda su fuerza de
voluntad para descender tras el padre Callahan al interior de aquel pozo de la muerte.
Jimmy encendió la linterna. El haz iluminó el suelo, llegó hasta una pared y
retrocedió. Se detuvo sobre una canasta alargada y después cayó sobre una mesa.
—Ahí —dijo Jimmy—. Mirad.
Era un sobre, pulcro y brillante en esa oscuridad pegajosa, de rico pergamino
amarillento.
—Es una trampa —advirtió el padre Callahan—. Mejor no tocarlo.
—No. —En la voz de Mark, el alivio se mezclaba con la desilusión—. Ya no está
aquí. Se ha ido. Eso es un mensaje para nosotros. Lleno de insultos, probablemente.
Ben se adelantó a recoger el sobre. Por un momento fe dio vueltas entre sus
manos, y Mark vio, bajo la luz de la linterna, cómo le temblaban los dedos. Después
lo abrió.
Dentro había una sola hoja, de pergamino como el sobre, y todos se acercaron a
leer. Jimmy enfocó la linterna sobre la página, cubierta de una escritura elegante, con
una letra diminuta como telaraña. La leyeron juntos, Mark un poco más lentamente
que los demás.
4 de octubre
Estimados y jóvenes amigos:
¡Qué amable de vuestra parte haber venido por aquí!
No soy en modo alguno adverso a la compañía, que ha sido uno de mis
grandes placeres durante una vida larga y con frecuencia solitaria. Si hubierais
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