Page 308 - El Misterio de Salem's Lot
P. 308
comparó su reloj con la hora que indicaba el del ayuntamiento y después volvió a
guardarlo.
—¿Cómo resultó ese asunto de Floyd Tibbits y el niño McDougall?
—No lo sé.
—Ah —refunfuñó Nolly.
Parkins era siempre taciturno, pero se estaba excediendo. Volvió a mirar por los
binoculares, sin observar cambio alguno.
—Qué silencioso parece hoy el pueblo —comentó.
—Sí —corroboró Parkins, que miraba hacia Jointner Avenue y hacia el parque
con sus pálidos ojos azules.
Tanto la avenida como el parque estaban desiertos. Y desiertos habían estado
durante la mayor parte del día. Era sorprendente que hubiera tan pocas madres con
sus bebés, tan pocos ociosos sentados al sol junto al monumento a los héroes de la
guerra.
—Han pasado cosas raras —aventuró Nolly.
—Sí —admitió Parkins, no sin pensarlo. Como último recurso, Nolly optó por la
única carnada que Parkins picaba infaliblemente en cualquier conversación: el
tiempo.
—Se está nublando —comentó—. A la noche tendremos lluvia.
Parkins observó el cielo. Sobre sus cabezas, el cielo estaba aborregado, y hacia el
sudoeste se amontonaban nubes más oscuras.
—Sí —coincidió, y arrojó la colilla.
—Parkins, ¿te sientes bien?
Parkins Gillespie lo pensó un momento.
—No—respondió.
—Bueno, ¿qué demonios te pasa?
—Creo que estoy cagado de miedo.
—¿De qué? —preguntó Nolly, sorprendido.
—No lo sé —admitió Parkins.
De nuevo se puso a escudriñar la casa de los Marsten, en tanto Nolly seguía jumo
a él sin poder articular palabra.
15
Más allá de la mesa donde habían encontrado la carta, el sótano hacía un ángulo
en L; después de doblar por allí, se encontraron en lo que antes había sido bodega.
Había cubas de diferentes tamaños, cubiertas de polvo y telarañas. Una pared estaba
cubierta por un estante para colocar botellas de vino, y de algunas de las casillas en
www.lectulandia.com - Página 308