Page 362 - El Misterio de Salem's Lot
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quiero que estés conmigo, porque te necesito.
               Y era verdad.
               —Está bien —dijo Mark, con los ojos fijos en sus manos.

               —Y a ver si te rehaces.
               Mark le miró, sin esperanza.
               —Lo estoy intentando —dijo.




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               La gasolinera Sonny's Exxon, a la salida de Jointner Avenue, estaba abierta, y
           Sonny James (que explotaba el nombre de su tocayo, el músico country, con un cartel

           en colores que se veía en el escaparate, junto a una pila de latas de aceite) les atendió
           personalmente. Era un hombrecillo con aspecto de gnomo, cuyo escaso pelo exhibía

           un corte de recluta que dejaba entrever el cuero cabelludo.
               —Hola, señor Mears, ¿cómo le va? ¿Y su Citroen?
               —En el garaje, Sonny. ¿Dónde está Pete? —Pete Cook era el ayudante de Sonny.
           Pete vivía en el pueblo, pero Sonny no.

               —Hoy  no  ha  venido,  pero  no  importa.  De  todas  maneras,  no  hay  mucho
           movimiento. Parece como si el pueblo se hubiera muerto.

               Ben sintió que una risa oscura e histérica se le agitaba en el vientre, pugnando por
           escapar de la boca en grandes oleadas.
               —¿Quieres llenármelo? —consiguió balbucear—. Haré una llamada.

               —Desde luego. Hola, hijo. ¿No has ido a la escuela hoy?
               —He salido a dar una vuelta con el señor Mears, porque me sentía mal —explicó
           Mark.

               —Ah, claro. A mi hermano también solía pasarle, muchacho. Tienes que cuidarte.
           —Fue hacia la parte posterior del coche de Jimmy y redro la tapa del depósito.
               Ben entró en el local para hablar por el teléfono público situado junto al estante

           donde se exhibían los mapas de carreteras de Nueva Inglaterra.
               —Hospital de Cumberland.
               —Quisiera hablar con el señor Burke, por favor. Habitación 402.

               Se  produjo  una  vacilación,  y  Ben  estaba  a  punto  de  preguntar  si  lo  habían
           cambiado de habitación cuando la voz dijo:
               —¿Quién le llama, por favor?

               —Benjamín  Mears.  —Súbitamente,  la  posibilidad  de  que  Matt  hubiera  muerto
           apareció en su mente como una larga sombra—. ¿Él está bien?
               —¿Es usted familiar?

               —No, un amigo. Él no...




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