Page 51 - El Misterio de Salem's Lot
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garrapatear obscenidades o colgar del portón un esqueleto de papel. Pero si esa
barbaridad era obra de chiquillos, eran unos verdaderos bastardos. A Win se le
destrozaría el corazón.
Mike pensó en llevar el perro directamente al pueblo para mostrárselo a Parkins
Gillespie, pero luego reflexionó que con eso no se ganaría nada. Podía llevar al pobre
Doc al pueblo cuando volviera a comer... aunque ese día no iba a tener mucho apetito.
Corrió el cerrojo del portón y se miró los guantes, que estaban manchados de
sangre. Habría que fregar los barrotes de hierro del portón; Mike tuvo la impresión de
que, después de todo, esa tarde no llegaría a Schoolyard Hill. Entró en el cementerio,
aparcó, pero ya había dejado de canturrear. La magia del día había desaparecido.
7
8.00 h.
Los pesados autobuses amarillos del transporte de escolares habían empezado su
recorrido habitual e iban recogiendo a los niños que esperaban junto a sus buzones,
jugando, con la cestita del almuerzo en la mano. Charlie Rhodes conducía uno de los
autobuses, y su ruta abarcaba Taggart Stream Road, que quedaba al este del pueblo, y
la segunda mitad de Jointner Avenue. Los chicos que viajaban en el autobús de
Charlie eran los que mejor se portaban en la ciudad, y en todo el distrito escolar, en
definitiva. En el autobús número 6 no había gritos ni juegos de manos ni empujones.
Si no se quedaban bien sentados y quietos, o se olvidaban de los buenos modales, se
verían obligados a hacer a pie los casi cinco kilómetros que los separaban de la
escuela elemental de Stanley Street, y explicar por qué dirección, Charlie sabía lo que
pensaban de él y las cosas que se decían a sus espaldas. Pero le daba lo mismo. Él no
estaba dispuesto a aceptar idioteces ni alborotos en su autobús. Para eso ya estaban
los pusilánimes de los maestros. El director de Stanley Street había tenido el coraje de
preguntarle si no habría, actuado impulsivamente cuando al chico de los Durham le
suspendió el transporte por tres días por haber hablado en voz un poco alta. La
reacción de Charlie fue simplemente sostenerle la mirada hasta que finalmente el
director, un tonto que hacía apenas cuatro años que había terminado la universidad,
apartó la vista. £1 encargado de la empresa de transporte automotor SAD 21, Dave
Felsen, era un viejo amigo de Charlie; habían estado juntos en Corea, y se
comprendían. Y entendían lo que estaba sucediendo en el país. Entendían que el
chico que en 1958 no hacía más que «hablar en voz un poco demasiado alta en el
autobús» era el mismo que en 1968 se había orinado sobre la bandera. Al echar un
vistazo al gran espejo colocado por encima de su cabeza vio que Mary Kate Gríegson
le pasaba una nota a su amiguito Brent Tenney. Los chicos de hoy empezaban a
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