Page 109 - La iglesia
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los Reyes. Era un local versátil, que abría a la hora del desayuno y cerraba de

               madrugada.  Encontró  a  Leire  de  pie,  junto  a  las  mesas.  Todas  estaban
               ocupadas.
                    —¿Nos sentamos dentro? —le ofreció Juan Antonio mientras plantaba un
               par de besos en las mejillas de Leire.
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                    —Las mesas están demasiado juntas —⁠objetó—. Prefiero ir un lugar con
               menos gente.
                    Juan Antonio pensó en una alternativa al Charlotte. La impaciencia por
               saber qué tenía que contarle Leire le hizo optar por la solución más cercana y

               le propuso ir a El Bache. Estaba a menos de cincuenta metros y era un mesón
               de tapas y raciones, por lo que a esa hora de la tarde estaría poco concurrido.
               Leire aceptó y ambos bajaron los pocos metros de cuesta que separaban la
               Plaza de los Reyes del establecimiento. Estaba casi vacío, a excepción de una

               pareja que tomaba una cerveza en la barra y unas chicas que ocupaban una
               mesa junto a las escaleras de la entrada. Se sentaron en la mesa más apartada.
                    —¿Qué vas a tomar? —preguntó Juan Antonio.
                    —Lo mismo que tú.

                    —Whisky  de  malta,  quinto  de  la  tarde.  Vengo  de  una  reunión  —⁠su
               explicación sonó a excusa.
                    Leire saltó a la arena sin amilanarse.
                    —Pues otro para mí.

                    El  arquitecto  técnico  pidió  dos  Glenfiddich  a  falta  de  Macallan.  Se  los
               sirvieron en copa de balón, con hielo, bastante bien presentados para ser un
               mesón  con  jamones,  lomos  y  embutidos  colgados  del  techo.  Juan  Antonio
               levantó  la  copa  en  dirección  a  la  joven  y  le  dedicó  una  sonrisa  amable.  A

               pesar del cansancio que llevaba acumulado en los últimos días, seguía estando
               preciosa.
                    —Maite  recobró  la  consciencia  durante  unos  minutos  esta  mañana
                                          ⁠
                  ⁠
               —comenzó a decir ella—. Sus padres estaban fuera, en el pasillo, y no oyeron
               lo que voy a contarte…
                    Juan Antonio entrecerró los ojos, intrigado. Antes de proseguir, Leire dio
               un sorbo a su whisky, frunció un poco el gesto como si no le agradara del todo
               y le dio un segundo tiento con más decisión. A través de la puerta y la ventana

               que daban a la calle se podía ver gente subir y bajar por la cuesta, alumbrados
               por los faroles adosados a la fachada de El Bache. El aparejador se dio cuenta
               de  que  se  había  entretenido  durante  un  instante  cuando  la  joven  siguió
               hablando.







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