Page 56 - La iglesia
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sabía, pero eso no restaba emoción al hecho de poder volar. Abandonó su
habitación por la ventana y sobrevoló la calle, contemplando desde arriba los
coches aparcados junto a la acera y el paso alegre de los viandantes; un poco
más allá, un joven con una motocicleta de poca cilindrada detenida entre sus
piernas besaba en los labios a una adolescente con pintas de simultanear sus
primeros escarceos sexuales con lo mejor del Disney Channel; al final de la
calle, distinguió la furgoneta de reparto de un mayorista de lácteos
estacionada frente a la tienda de comestibles de la esquina; su conductor, un
joven negruzco de complexión fibrosa, apilaba con brío packs de tetrabricks
en una carretilla. Todo era rabiosamente real y la fascinaba. De todos los
sueños que recordaba, este estaba siendo el mejor con diferencia. Segura de
que se mantendría a flote pasara lo que pasara, la arquitecta se atrevió a
bracear hacia el cielo, y pronto los edificios estuvieron muy por debajo de
ella. Disfrutó de una vista inédita de Ceuta reservada a las aves, que hoy
habían desaparecido de sus cielos como por arte de magia.
Sobrevoló la ciudad sin rumbo fijo, entregándose al placer de flotar en paz
y en silencio como una pluma llevada por el viento. De repente, se dio cuenta
de que su deambular aéreo la había llevado hasta la Iglesia de San Jorge.
Cosas de los sueños. Ahora estás aquí, y al segundo siguiente en otro lugar.
Impulsándose con pies y manos, inició una maniobra de aproximación hacia
la puerta del templo, como un avión de combate que enfila la cubierta del
portaaviones.
Las dos grandes hojas de madera estaban cerradas, pero Maite se
convenció a sí misma de que en su sueño también sería capaz de atravesar
paredes como un fantasma. ¿Por qué no? Nadie iba a impedírselo. Sintiéndose
un espectro de alas invisibles, se fundió con la madera de la entrada, para
luego atravesar las puertas del vestíbulo y aparecer flotando en el interior de
la iglesia. Se elevó un poco más, hasta dejar el coro a su espalda. Luces y
ventiladores en funcionamiento, había alguien en casa. Desde esa posición
privilegiada, se percató de que la solería que representaba a San Jorge en lid
contra el dragón había sido reemplazada por un foso rectangular, negro como
un pozo sin fondo, que abría sus fauces en mitad del crucero. Sin miedo —al
fin y al cabo, estaba dentro de su sueño—, sus brazos y pies la impulsaron
hacia el agujero.
Maite estaba segura de que también podría ver en la oscuridad, y así fue.
Su espíritu se zambulló en la negrura para encontrarse con dos hombres que,
de espaldas a ella, se enfrentaban a una puerta de doble hoja cerrada y atada
por fuera por un trozo de tela morada asegurada por un rosario de aspecto
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