Page 32 - Las ciudades de los muertos
P. 32

de él.
               —¿Así que piensa sacarla del país?
               Había estado caminando unos pasos por delante de mí y de pronto se detuvo y me

           cogió del brazo. Birgit tropezó y estuvo a punto de caer sobre la momia. La ayudé a
           incorporarse.
               —Herr Carter —exclamó el barón en un tono de voz poco amistoso—. No estoy

           muy contento que digamos de su comportamiento de esta noche —me observaba con
           ojos enfurecidos.
               Me quedé mirándolo, atónito. Si se atrevía a quejarse de que no había intentado

           proteger sus intereses en todo momento…
               —¿Qué quiere decir?
               —No apruebo que llene la mente de jóvenes como Birgit con supersticiones e

           historias místicas —me espetó.
               Lo  observé  sin  comprender.  En  realidad,  no  podía  haberme  pillado  más  por

           sorpresa.
                        [3]
               —El ka  de la momia… ¡Bobadas!
               Desvié la vista del barón, miré a Birgit, y, luego, de nuevo al barón.

               —¿No profesa usted el cristianismo, herr barón?
               —No es una simple cuestión de profesarlo o no, herr Carter. Soy cristiano.
               La  momia  se  había  deslizado  un  poco,  así  que  la  cogí  mejor  y  concentré  mi

           atención en ella.
               —Bueno,  seguro  que  la  iglesia  cristiana  también  predica  la  preservación  del
           cuerpo y, esencialmente, por el mismo motivo. Sólo el contexto temporal es distinto.

               —En  Alemania  sabemos  cómo  tratar  con  la  irreligiosidad  —parecía  casi  un
           desafío.
               Sin embargo, ya estaba harto de todo aquel asunto. Observé a mi alrededor.

               —Parece que nuestro guía se ha desvanecido en la niebla.
               Estábamos completamente solos. No había ni rastro de Dukh o de su farol, así
           como tampoco se veían edificios iluminados a nuestro alrededor.

               Al instante, el barón perdió toda su arrogancia.
               —Estamos perdidos.
               —No. Podemos encontrar con facilidad el río —me agradaba que hubiera sido tan

           sencillo volver a coger las riendas de la situación. Guiado por la luna, puse rumbo al
           oeste, en dirección al Nilo. Al cabo de unos veinte minutos, empezamos a oír el ruido
           del agua y, veinte minutos después, caminábamos bordeando la orilla en dirección

           sur, hacia Luxor. La momia era cada vez más pesada e incómoda de llevar e íbamos
           cada vez más despacio. El barón volvía a caminar unos pasos por delante de nosotros

           y  a  veces  nos  separaba  una  amplia  distancia.  En  una  ocasión,  llegó  incluso  a
           desaparecer en la espesa niebla.




                                         www.lectulandia.com - Página 32
   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37