Page 42 - Las ciudades de los muertos
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acompañante, pero él parecía no darse cuenta.
El restaurante le pareció encantador.
—¡Luces de navidad! Mire, las hay por todo el local. ¿Dónde diablos las habrán
conseguido?
—Importadas especialmente de Nueva York, imagínese a qué precio. Pero en la
actualidad, éste es el restaurante más de moda de todo Luxor.
Larrimer insistió en que pidiera para ambos.
—Tardarán un buen rato. El servicio es lento, para permitir que se alarguen las
conversaciones.
—Por mí, perfecto, me encanta charlar —como si no me hubiera ya dado cuenta
—. Cuénteme la historia de la tumba en la que hemos estado hoy.
Los músicos dejaron de tocar unos instantes y el sonido del generador eléctrico
resonaba en la habitación.
—Progreso… —grité—. No tengo demasiadas esperanzas en el siglo veinte,
señor Larrimer.
—¿Existe algún modo de convencerlo para que me llame Hank?
—¿Mientras usted se dirige a mí como señor Carter?
Se echó a reír de nuevo.
—De acuerdo, Howard —pronunció el nombre como si fuera un sonido
totalmente extraño para él—. Cuéntame la historia de la tumba.
—Bueno, en realidad no hay mucho que explicar. Se la conoce por la Número
Cuatro. Se empezó para Ramsés XII, el último de los Ramsés, y nunca fue acabada,
ni decorada ni utilizada.
—¡Qué triste! ¿Dónde lo enterraron, entonces?
—No se sabe. En realidad, los reyes de las últimas dinastías no tuvieron unos
destinos demasiado felices. Ramsés XII fue el último soberano de la XX dinastía.
—Sí, lo sé —al ver mi rostro sorprendido, añadió—: He estado leyendo cosas
sobre Egipto desde pequeño. Conozco más los faraones que los presidentes de mi
país y el hecho de encontrarme por fin aquí, el poder tocar estas piedras… es
sencillamente maravilloso.
Me divertía tanto entusiasmo.
—¿Crees que incluso el Egipto moderno es maravilloso?
Observó a su alrededor.
—Se celebra la Navidad con un mes de antelación. ¿Cómo no iba a hacerme feliz
eso?
El camarero nos trajo una botella de vino. Lo probé y serví una copa a Larrimer.
—Vino de mesa alejandrino. Probablemente el peor del mundo. Cátalo y después
vuelve a decirme cuánto te gusta Egipto.
Soltó una carcajada pero sorbió un trago de vino y el rostro se le torció en una
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