Page 66 - Las ciudades de los muertos
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nos conoce mejor de lo que pensamos y que comprende nuestra reticencia a admitir la
pura verdad.
Tenía el vaso vacío. Observé las hojas que había en el fondo.
—Han circulado extrañas momias en el mercado, dos de las cuales fueron a parar
a manos de dos clientes míos.
—El alemán y el americano de cabellos rojizos —Muhammad cerró los ojos. No
hay nada en Luxor, ni prácticamente en todo el Alto Egipto, de lo que él no esté
enterado. Las ramificaciones legales de su negocio familiar hacen que esto sea
posible. Si alguien podía tener información sobre las momias, era él. Y añadió—:
Usted cree que nosotros, los Abd-er-Rasul, estamos implicados.
—Lo sé a ciencia cierta —dejé el vaso en la mesa y lo observé directamente a los
ojos—. Estaba con el alemán cuando realizó su compra y el comerciante se presentó
como Ahmed Abd-er-Rasul.
—Era mentira —la respuesta había sido demasiado rápida para que sonara
convincente. Muhammad volvió a dar una palmada y al instante apareció Allal para
servirnos más té. Cuando acabó de servirnos, su tío lo rodeó de nuevo con el brazo—.
Carter bajá desea información sobre Ahmed Abd-er-Rasul. ¿Por qué no le cuentas lo
que quiere saber?
El muchacho me observó con los ojos abiertos de par en par y sonrió
comedidamente. Luego desvió la vista hacia Muhammad, para asegurarse de que
debía obedecerle. El anciano tomó un sorbo de té y Allal bajó la vista al suelo.
—Nada puedo decirle que no pueda usted saber por mi tío Muhammad.
Este asintió y sonrió al muchacho.
—Excelente. Ahora puedes dejarnos solos —se volvió hacia mí—. Espero que el
té no esté demasiado azucarado.
—No, está perfecto.
De todos modos, no existía la más mínima oportunidad de que el muchacho me
hubiere contado secretos familiares. Dejé que Muhammad llevara la conversación,
porque estaba convencido de que me contaría cuanto quisiera a su debido tiempo.
Como norma general, eso nunca empezaba antes del tercer vaso de té.
Pero esta vez me sorprendió.
—Hemos oído hablar de momias que provienen de algún lugar del delta. Nuestro
sobrino Ahmed, que vive en El Cairo, ha visto algunas de ellas. Han sido
desenvueltas y las han vuelto a envolver pero están en buen estado.
—¿Notó algo especial en los cuerpos?
—Ahmed es platero muy habilidoso. Me hizo este anillo hace ya tiempo —alzó
un dedo para enseñármelo—. Es el hijo de mi hermano Ahmed, el que usted conoce.
El anciano Ahmed es ahora un inválido. Fue él quien encontró el yacimiento de
las momias reales veinte años atrás.
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