Page 26 - Un café con sal
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—Ni te imaginas el salvaje deseo que siento yo por ti, Willy.
      Dicho esto, y con una posesión que lo dejó sin habla, lo besó. Le introdujo su húmeda lengua en

  la  boca  y,  apretándose  contra  él,  le  hizo  saber  cuánto  le  gustaba  aquella  cercanía  y  cuánto  deseo
  guardaba en su interior.
      Lizzy se percató de lo excitado que estaba. Notaba su pene hinchado y latente bajo su cuerpo y,
  con descaro, murmuró:
      —Relájate, Willy, a tu edad no es bueno sobreexcitarse.

      Divertido por aquello, la miró y, dándole una palmada en el trasero, afirmó:
      —Eres una descarada, Elizabeth Aurora. —Ambos rieron por aquello y, tras besarla, preguntó—.
  ¿Qué estamos haciendo?

      —Besarnos —susurró enloqueciéndolo.
      Un nuevo beso… dos… tres…
      La pasión crecía entre ellos de una manera descontrolada y, cuando ella abandonó finalmente su
  boca, sin levantarse de sus piernas, lo miró. Le quitó la americana y, al intentar dejarla sobre su sillón
  libre, ésta cayó al suelo. Rápidamente él la recogió y la dejó sobre el asiento. Con una sonrisa, Lizzy

  le  desató  el  apretado  nudo  de  la  corbata  y,  tras  quitársela  y  dejarla  en  la  mesa,  le  desabrochó  el
  primer botón de la camisa y susurró:
      —Creo que así estarás mejor.

      Él sonrió y ella, al ver aquella ponzoñosa sonrisa al estilo Edward Cullen, lo despeinó y añadió:
      —Y así, todavía mejor.
      Satisfecho, le tocó el cabello y, mientras pasaba una mano por el lado rasurado, preguntó:
      —¿Por qué te hiciste esta monstruosidad en la cabeza?
      Boquiabierta por su comentario, respondió:

      —Es tendencia, y personajes tan populares como Rihanna, Pink, Avril Lavigne… lo llevan. Me
  gusta y a mis colegas también, aunque tenías que haber visto la cara de mi pobre madre el día que me
  vio por primera vez, ¡casi le da algo!

      William sonrió y, recordando algo que ella le había contado, dijo:
      —Normal. Ella quería una princesita y no un X-Men.
      Lizzy soltó una risotada y él, pletórico por tenerla encima, añadió:
      —Creo que estarías infinitamente más bonita con toda la melena igualada.
      —¡Qué  aburrida!  Y  ya  puestos,  con  traje  y  corbata  como  tú,  mejor  que  mejor,  ¿verdad?  —se

  mofó divertida.
      Él asintió y murmuró:
      —Qué interesante.

      Ambos reían por aquello cuando de pronto se oyó a su lado:
      —Uoooolaaaaaaaaaaaa, Lizzy la Loca.
      William y ella miraron hacia donde procedía la voz y ésta, al ver a uno de sus amigos, saludó:
      —Uooolaaaaaa, Cobaya, ¿qué tal?
      El tal Cobaya, un hipster moderno con barba, vestido con camisa a cuadros y pantalón vaquero

  caído, sonrió y respondió:
      —He  quedado  con  Lola  y  el  Garbanzo  en  la  acera  de  enfrente,  pero  he  entrado  a  por  una
  magdalena  gigante.  ¡Joder,  aquí  están  de  muerte!  —Rio—.  Iremos  al  local  de  ensayo.  Nos  han

  contratado para las fiestas de un pueblo de Madrid, ¿te apuntas?
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