Page 27 - Un café con sal
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—Ostras, qué bien, tío. ¿Lo sabe la peña? —preguntó Lizzy.
      El Cobaya, tras dar un mordisco a su magdalena, asintió y con la boca llena dijo:

      —Sí. ¡Será brutal!
      Ambos rieron y Lizzy, al mirar a un descolocado William, dijo:
      —Willy, te presento a Cobaya. Cobaya, él es Willy.
      —William —corrigió él.
      Con diplomacia, fue a tenderle la mano cuando vio al tal Cobaya con el puño cerrado y le oyó

  decir:
      —Venga va, tío, saludarse así es de carrozas. Choca los nudillos, colega, ¡es lo que se lleva!
      Boquiabierto por aquello, William cerró el puño como él y, tras chocar los nudillos, Cobaya dijo

  sonriendo:
      —Eso está mejor, Willy.
      —William —insistió.
      Sin pedir permiso, el Cobaya echó hacia un lado la americana y se sentó en el sillón que Lizzy
  había dejado libre para hablar con ellos.

      Durante varios minutos, William fue testigo de cómo hablaban de música, amigos, cine y locuras.
  Oírlos reír le hizo sentirse mayor, desfasado y fuera de lugar.
      Lizzy, sin percatarse de nada, parecía cómoda con la situación creada, pero él no podía estar más

  a disgusto. No sólo los separaba una generación. Los separaban mil cosas.
      El tenerla sentado sobre él en aquel local delante de la gente lo estaba poniendo cardíaco, y ella
  parecía no darse cuenta. De pronto, y cuando creía que iba a explotar, el recién llegado se levantó y
  dijo:
      —Lizzy la Loca, Willy, os dejo. Acabo de ver al Garbanzo y a Lola. ¡Nos vemos!

      —Ciao, Cobaya. ¡Hasta pronto, colega!
      Una vez que se quedaron de nuevo a solas, confundido por lo ocurrido, la miró y preguntó:
      —¿Lizzy la Loca? ¿Por qué te llama así?

      Sonriendo, Lizzy bajó la voz.
      —Es  una  larga  historia.  Sólo  te  diré  que,  cuando  me  enfado,  ¡me  vuelvo  loca!  Ejemplo  más
  reciente: ¡un café con sal!
      Sorprendido por aquella aclaración, y tras recordar aquel asqueroso café, fue a hablar cuando
  ella añadió:

      —El  Cobaya,  el  Garbanzo  y  Lola  tienen  un  grupo  de  música  llamado  Los  Cansinos,  y  son
  buenísimos. Tendrías que escucharlos. ¿Quieres que vayamos al local de ensayo?
      Bloqueado, la miró. ¿Él en un local de ensayo con aquéllos?

      Sin demora, se quitó a la joven de encima. Aquella intromisión le acababa de aclarar que lo que
  estaba  haciendo  era  una  auténtica  tontería.  Él,  ella  y  sus  mundos  nada  tenían  que  ver,  así  que
  murmuró:
      —Es mejor que me vaya.
      Sorprendida por aquel cambio de actitud, la chica preguntó:

      —¿Por qué? ¿Qué ocurre, Willy?
      —William —gruñó mientras se cerraba el botón de la camisa—. Mi nombre es William.
      Descentrada al verlo de pronto tan molesto, fue a protestar cuando él sentenció sin mirarla:

      —Esto no es una locura, es un error.
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