Page 35 - Un café con sal
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—¿Te encuentras bien?
      —¿Estás loco? ¿Alguien puede entrar? —Soltó alarmada.

      —¿Te encuentras bien? —repitió sin cambiar su gesto.
      —Sí. Y haz el favor de salir de aquí antes de que…
      —Estaba preocupado. Te llamé mil veces y no me lo cogiste —la cortó mientras le tocaba el
  óvalo de la cara—. Pregunté por ti a tu amiga Triana y me comentó que estabas enferma y…
      —Oh, qué honor… ¡Gracias por preguntar por mí!

      Sin entender a qué se debía aquella mala contestación, frunció el ceño e insistió:
      —¿Se puede saber qué te ocurre?
      Su tono de voz cambió, y Lizzy, dispuesta a aclarar sus dudas, preguntó de sopetón:

      —¿Qué hay entre Adriana y tú?
      Incrédulo por la pregunta, sin quitarle el ojo de encima musitó:
      —A qué viene eso…
      —Os vi salir anteayer con vuestros respectivos padres —aclaró separándose de él—. Vi cómo os
  mirabais y cómo ella te colocaba la corbata. ¿Qué hay entre vosotros?

      William dio un paso hacia atrás, incómodo.
      —Nada.
      —Pero lo hubo, ¿verdad?

      Incapaz de mentirle, asintió.
      —Sí. Lo hubo.
      —¡Joderrrrrrrrrrr!
      William, al interpretar sus palabras y su gesto, rápidamente añadió:
      —Eso es algo pasado y no debes preocuparte por ello. Hoy por hoy, Adriana es sólo una amiga.

  Nada más.
      Ofuscada, enfadada y celosa perdida como nunca en su vida, asintió.
      —Mi turno de trabajo comienza en cinco minutos. Sal de aquí inmediatamente o me vas a meter

  en un buen lío y ah… ¡Gracias por las rosas!
      Su frialdad no le gustó, pero tenerla frente a él era lo único que le importaba y preguntó:
      —¿Nos vemos esta noche?
      A  Lizzy  aquella  proposición  le  gustó.  Era  lo  que  más  le  apetecía  en  el  mundo;  sin  embargo,
  negando con la cabeza, respondió:

      —Esta noche voy con mis amigos al concierto de la Oreja de Van Gogh. —Y con cierto recelo,
  afirmó—: Yo también tengo planes, como tú los tuviste la otra noche.
      —Fue una cena de trabajo. ¿De qué hablas? —Y al ver que ella no contestaba, preguntó con voz

  ronca—. ¿Qué planes tienes tú?
      Mirándolo a los ojos con desafío, prosiguió:
      —Ya te lo he dicho. Me piro de concierto con los colegas.
      —¿Prefieres un concierto y tus amigotes a estar conmigo?
      Prefabricando una cruel sonrisa, Lizzy asintió y afirmó:

      —Por supuesto que sí.
      Aquella rotundidad a William le cayó como un jarro de agua fría. Ninguna mujer había declinado
  nunca  una  cita  con  él  y,  conteniendo  las  ganas  que  tenía  de  gritar  por  el  desplante  de  aquella

  jovencita, siseó:
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