Page 38 - Un café con sal
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ventana y, claudicando, añadió antes de colgar:
      —De acuerdo, Elizabeth. Pásalo bien.

      Dicho esto, colgó dejando a Lizzy boquiabierta con el teléfono en la oreja.
      —¡Será idiota! —siseó.
      Una  vez  hubo  cerrado  el  móvil,  y  tras  maldecir  y  acordarse  de  todos  los  antepasados  del
  supermegajefazo,  sacó  las  llaves  de  su  coche,  lo  abrió,  se  metió  en  él  y,  dando  un  acelerón,  se
  marchó. Era lo mejor.

      William, que como ella estaba ofuscado, al ver desaparecer el vehículo llamó a su secretaria.
      —Localízame  dónde  toca  esta  noche  un  grupo  musical  llamado  la  Oreja  de  Van  Gogh  y
  consígueme una entrada como sea —le pidió cuando se presentó en el despacho.
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