Page 39 - Un café con sal
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Capítulo 5



  Aquella noche, tras una tarde plagada de indecisiones por su última conversación con William, Lizzy

  llegó al local con su amiga Lola, saludó con gusto a sus colegas y durante un buen rato conversó con
  ellos junto a la barra.
      El día había llegado. Allí estaban dispuestos a pasarlo bien y Lizzy, tras dos cervezas, por fin se

  convenció a sí misma de que tenía que estar allí con sus amigos y no en otro lugar. Lo de William y
  ella no era real, mientras que sus camaradas sí lo eran.
      Mientras hablaba con el Congrio, un tipo con dilataciones en las orejas y más tatuajes que poros
  en la piel, alguien la besó en el cuello y oyó:
      —Uoooolaaa, Lizzy la Loca.

      Al volverse para mirar, vio a su amigo Pedro el Chato y sonrió.
      —Uoooolaaaa, Chato.
      Pedro  y  ella  eran  amigos  desde  el  jardín  de  infancia.  Ambos  vivían  en  el  mismo  barrio  y  se

  llevaban maravillosamente bien. Por un tiempo, Lizzy se olvidó de todo y se centró en hablar con él,
  quien le comentó que había roto con su novia. Al parecer, tras dos años de relación, Isabel se había
  colado por un rapero de Vallecas y había pasado de él.
      Durante un buen rato, Lizzy estuvo escuchando al Chato y, por suerte, comprobó que llevaba la
  ruptura de fábula; como éste la vio tan atenta y callada, intuyó que algo le ocurría y entonces fue ella

  quien le contó lo que le estaba sucediendo con cierto madurito.
      Pedro escuchó boquiabierto lo que le explicaba. ¿Se había liado con su jefe?
      —Pero ¿te has vuelto loca?

      Ella asintió y afirmó dando un trago a su bebida.
      —Loquísima.
      —¡Que es tu jefe!
      —Lo sé… lo sé, pero…
      —¿Te has acostado ya con él?

      —No. Por raro que parezca, no me lo ha pedido. Es un caballero.
      Sorprendido por aquello, soltó una risotada y Lizzy, al entenderlo, aclaró:
      —Y no. No es gay. No se te ocurra ni pensarlo.

      —¿Seguro? Mira que soy un tío y cuando…
      —No es gay y lo sé ¡seguro! Es sólo que Willy es diferente. Es un hombre. Un gentleman, como
  mi padre, y las cosas las hace de otra manera. Y quizá, que no me meta mano con desesperación
  como si el mundo se acabara o mi pecho fuera el último del universo, es lo que me atrae. Es tan
  diferente a mí: tiene clase, elegancia, saber estar y… aunque suene a locura, ¡me gusta!

      Pedro, tras dar un trago a su bebida, contestó:
      —Hombre, si tú lo dices…
      —Y tiene un morboooooooo y un trasero al que estoy deseosa de meterle mano… y ¡ufff, me

  tiene majareta perdida!
      Su  amigo  sonrió.  Nunca,  en  todos  los  años  que  conocía  a  Lizzy,  la  había  oído  hablar  así  de
  ningún chico. Sin duda, aquel hombre caballeroso y diferente le gustaba… y más de lo que ella quería
  admitir.
      —A ver, loca. Todo lo que dices está muy bien, pero es tu jefazo. ¿Lo has pensado?
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