Page 48 - Un café con sal
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—Seré joven, pero no tonta, y sé cuando alguien, tras conseguir su propósito, no quiere saber
  nada más.

      Incrédulo porque ella pensara eso, sin importarle si alguien lo oía, aclaró:
      —Pues siento decirte que yo no te he lanzado ese mensaje. Si no te llamé ni contesté tus mensajes
  fue para darte espacio, porque no quería agobiarte. Y no quiero hacerlo, porque deseo volver a verte.
  Anhelo poseerte otra vez, me vuelvo loco por volver a tenerte desnuda entre mis brazos, pero sólo te
  pediré una cosa: no vuelvas a irte de mi cama sin avisar. ¿Captas ese mensaje?

      Sorprendida  pero  encantada  por  lo  que  acababa  de  decirle,  lo  miró;  él,  al  comprobar  su
  desconcierto, preguntó al ver la taza que le tendía:
      —¿Crees que debo fiarme de este café?

      Con una encantadora sonrisa, Lizzy asintió con la cabeza. William, sin apartar los ojos de ella, lo
  cogió,  se  lo  llevó  a  la  boca  y  dio  un  trago.  Cuando  sus  labios  se  separaron  de  la  taza  con  una
  sugerente sonrisa, susurró:
      —Gracias, Elizabeth. Es tan exquisito como tú.
      Congestionada por el mar de sentimientos que bullían en su interior, sonrió y se alejó. Minutos

  después, se acercó hasta su amiga Triana y murmuró:
      —Quiere volver a quedar conmigo.
      —Aiss, qué monooooooooo…

      Juntas entraron en las cocinas con varios platos en las manos. Una vez que los hubieron dejado en
  el fregadero, salieron a una terraza trasera para fumarse un cigarrillo y Triana preguntó:
      —¿Realmente qué es lo que pretendes con él, además de tirártelo otra vez?
      —¡¿Yo?!
      —Sí, tú.

      Mientras se retiraba un mechón de la cara, Lizzy dio una calada a su pitillo y, tras expulsar el
  humo, respondió:
      —Simplemente quiero pasarlo bien con él. Nada más.

      Triana se carcajeó. Aunque Lizzy no lo admitiera, ese hombre le gustaba. Se le veía en la cara.
  Divertida, cuchicheó:
      —Es un bomboncito. Tan alto, tan educado, tan perfecto…
      —Tan anticuado en el vestir —se burló suspirando.
      Jovial, Triana movió la cabeza y murmuró:

      —No es anticuado, Lizzy. Es sólo que tiene una edad en la que no se va con pantalones cagados, ni
  gorras ladeadas, cielo. Ese hombre es un caballero inglés y no sólo en el vestir; sinceramente, reina,
  los trajes le sientan mejor que al mismísimo George Clooney.

      —Triana, ¿te encuentras bien? —Se guaseó Lizzy tras oírla, pues Clooney era lo máximo para su
  amiga.
      —Oh, sí… perfectamente. —Suspiró—. Sólo pienso que ése es el tipo de hombre que me encanta,
  pero nada… ¡se prendó de ti!
      Alegre por el comentario, Lizzy soltó una carcajada y dijo para jorobarla:

      —Es tremendamente ardiente en la intimidad.
      —Eso… Tú ponme los dientes largos, jodía.
      No  pudieron  continuar.  El  jefe  de  sala  apareció,  les  recriminó  su  pérdida  de  tiempo  y  ellas

  rápidamente, entre risas, regresaron a sus trabajos.
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