Page 104 - La máquina diferencial
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con medallas de oro y birretes de catedrático.
               Huxley  se  paseaba  todavía  más  rápido.  —Un  abominable  batiburrillo  de
           hipocresía, bobería y egoísmo lo pringa todo en la Inglaterra de hoy. —Huxley se

           paró en seco—. Es decir, Ned, a veces creo
               que también yo estoy manchado. Es una posibilidad que me infunde un terror
               mórbido.

               —Nunca —le aseguró Mallory.
               —Me  alegro  de  tenerte  de  vuelta  entre  nosotros  —dijo  Huxley  reanudando  su
           paseo—. Y famoso, ¡mejor aún! Debemos capitalizar esa ventaja. Debes escribir un

           libro de viajes, un relato meticuloso de tus proezas.
               —Es extraño que menciones eso —dijo Mallory—. Precisamente tengo un libro
           así aquí, en mi bolsa. La misión a China y Japón, de Laurence Oliphant. Un tipo muy

           listo, al parecer.
               —¿Oliphant, de la Geográfica? Ese hombre es un caso desesperado. Se pasa de

           listo y miente como un político. No, yo propongo una narración popular, algo que
           pueda entender un mecánico, ¡la clase de tipo que amuebla su sala de estar con una
           mesa  Pembroke  y  unos  pastorcitos  de  cerámica!  Escúchame,  Ned,  es  vital  para  la
           gran obra. Y también hay mucho dinero metido en esto.

               Mallory se quedó desconcertado.
               —Hablo  bastante  bien  cuando  me  emociono,  pero  escribir  un  libro  entero  a

           sangre fría...
               —Te buscaremos un gacetillero desconocido para pulir los trozos más ásperos —
           indicó  Huxley—.  Es  una  estratagema  bastante  común,  créeme.  Ese  tipo,  Disraeli,
           cuyo padre fundó el Trimestral de Disraeli, ya sabes. Es un poco tarambana. Escribe

           novelas sentimentales. Basura. Pero es bastante formal cuando está sobrio.
               —¿Benjamín Disraeli? A mi hermana Agatha le encantan sus novelas románticas.

               Hubo algo en el asentimiento de Huxley que indicó a Mallory que a una mujer del
           clan Huxley no la encontrarían ni muerta con una novela popular.
               —Debemos  hablar  sobre  tu  simposio  en  la  Real  Sociedad,  Ned,  tu  próxima
           conferencia sobre el brontosauro. Será todo un acontecimiento, un estrado público

           muy útil. ¿Tienes algún buen retrato, para la publicidad?
               —Bueno, no —dijo Mallory.

               —Entonces  Maull  y  Polyblank  son  tus  hombres,  daguerrotipistas  de  la  alta
           burguesía.
               —Tomaré nota de eso.

               Huxley cruzó el espacio que lo separaba de una pizarra enmarcada en caoba que
           tenía detrás del escritorio y cogió un portatizas de plata de ley. «Maull y Polyblank»,
           escribió con una letra cursiva rápida y fluida.

               Se volvió.




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