Page 108 - La máquina diferencial
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Mallory contuvo una maldición por el niño que había en la sala.
—Bueno, todo se reduce a la teoría básica, ¿no? —dijo—. ¡La facción
uniformista quiere que estas criaturas parezcan sosas y perezosas! Los dinosaurios
encajarán entonces en su pendiente de desarrollo gradual, una progresión lenta hasta
hoy en día. Mientras que, si se reconoce el papel de la catástrofe, se admite que estas
magníficas criaturas estaban en un estado de forma darviniano mucho mejor, por muy
hiriente que eso pueda resultar para la vanidad de los diminutos mamíferos modernos
del orden de Foulke y sus compañeros.
Huxley se sentó y apoyó una mano en la poblada mejilla.
—¿No estás de acuerdo con la disposición del espécimen?
—Al parecer, el doctor Mallory lo prefiere de pie —dijo Reeks—. Preparado para
alimentarse de la copa de un árbol.
—¿Podríamos conseguir esa posición, señor Reeks? Este pareció sorprenderse. Se
metió los quevedos en un bolsillo detrás del mandil. Luego se rascó la cabeza.
—Creo que es posible, señor. Si lo montáramos bajo el tragaluz y lo
suspendiéramos de las vigas del techo... Quizá tuviéramos que doblarle el cuello un
poco... ¡Podríamos dirigir la cabeza hacia el público! Resultaría ciertamente
melodramático.
—Para alimentar al Cerbero de la popularidad —dijo Huxley—. Aunque
cuestiono las consecuencias sobre los alterados nervios de la paleontología. Confieso
que no estoy en absoluto cómodo con esta discusión. Todavía no he leído el artículo
de Foulke y tú, Mallory, todavía tienes que publicar algo sobre el tema. Y no quisiera
añadir más leña al fuego del debate catastrofista. Natura non facit saltum.
—Pero es que sí que salta —replicó Mallory—. Las simulaciones de las máquinas
lo demuestran. Los sistemas complejos pueden realizar transformaciones repentinas.
—Da igual la teoría. ¿Qué puedes decirnos de las pruebas que tenemos ahora
mismo, en la mano?
—Puedo presentar buenos argumentos. Y lo haré, en mi conferencia pública. No
son argumentos perfectos, pero son mejores que los de la oposición.
—¿Te jugarías con esto tu reputación de erudito? ¿Has considerado cada
pregunta, cada objeción?
—Podría equivocarme —dijo Mallory—. Pero no de una forma tan extrema como
ellos.
Huxley dio unos golpecitos en el escritorio con un bolígrafo.
—¿Y si te pregunto, como asunto elemental, cómo es que esta criatura podía
comer follaje leñoso? Su cabeza resulta apenas más grande que la de un caballo, y la
dentadura es de una pobreza notable.
—No masticaba con los dientes —dijo Mallory—. Tenía una molleja forrada de
muelas. A juzgar por el tamaño del tórax, ese órgano debía de tener un metro de largo
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