Page 107 - La máquina diferencial
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arrancar y devorar las copas de los árboles.
Mallory cogió un lápiz del escritorio y empezó a dibujar con mano rápida y
experta.
—Se pasaba buena parte del tiempo sobre las patas traseras, apoyada en la cola,
con la cabeza muy por encima del suelo. Observe el engrosamiento de las vértebras
caudales. Un signo seguro de una presión enorme, por la postura bípeda. —Dio unos
golpecitos al anteproyecto y continuó—: Un rebaño de estas criaturas podría haber
demolido un bosque entero con toda rapidez. Emigraban, señor Reeks, como hacen
los elefantes, cruzando distancias inmensas y a toda prisa. Cambiaban el paisaje con
su devastador apetito. El brontosauro tenía una postura erguida, el pecho estrecho, las
patas como columnas y verticales, para dar la zancada rápida, rígida de un elefante.
No tenía nada que ver con las ranas.
—Me inspiré en la postura del cocodrilo —protestó Reeks.
—El Instituto de Análisis Mecánico de Cambridge ha completado mi análisis de
tensión —replicó Mallory. Se acercó a su maletín, sacó un fajo encuadernado de
papel continuo y lo colocó con un golpe sobre el escritorio—. La criatura no habría
podido sostenerse ni un momento en tierra firme con las patas en esa posición
absurda.
—Sí, señor —dijo Reeks en voz baja—. Eso explica la hipótesis acuática.
—¡Mire los dedos de las patas! —ordenó Mallory—. Son gruesos como piedras
angulares, no son las patas palmeadas de un nadador. Y mire los rebordes de las
vértebras espinales. Esta criatura se erguía sobre la articulación de la cadera para
llegar a mayores alturas. ¡Como una grúa de construcción!
Reeks se quitó los quevedos y empezó a limpiarlos con un pañuelo de lino que se
sacó del bolsillo de los pantalones.
—Esto no va a agradar mucho al doctor Foulke —dijo—. Y me atrevería a decir
que tampoco a sus colegas.
—No me haga empezar con esos —dijo Mallory. Huxley volvió a entrar en la
oficina con su hijo de la mano. Miró a Reeks y luego a Mallory.
—Oh, cielos —dijo—. Veo que ya se han metido a fondo.
—Es esa tontería de Foulke —empezó Mallory—. ¡Parece decidido a demostrar
que los dinosaurios no estaban capacitados para vivir! Ha retratado a mi leviatán
como si fuera una babosa flotante que aspiraba algas de un estanque.
—Debes reconocer que mucho cerebro no tenía —señaló Huxley. —Lo que no
supone, Thomas, que estuviera aletargado. Todo el mundo admite que el dinosaurio
de Rudwick podía volar. Estas criaturas eran rápidas y activas.
—Pues en realidad, ahora que Rudwick ya no está con nosotros hay algunas ideas
revisionistas sobre ese tema —dijo Huxley—. Hay quienes aseguran que su reptil
volador solo sabía planear.
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