Page 116 - La máquina diferencial
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hemos podido por usted. Siempre estamos encantados de complacer a caballeros tan
           peculiarmente distinguidos como el señor Oliphant y usted. Un asalto y una amenaza
           de muerte contra un destacado intelectual son asuntos muy serios, por supuesto. —

           Wakefield sacó un lápiz afilado como una aguja y un cuaderno de papel cuadriculado
           —. Pero es un asunto bastante común para atraer el interés tan especializado del señor
           Oliphant, ¿no le parece?

               Mallory no dijo nada. Wakefield se puso serio.
               —No debe tener miedo de hablar con franqueza, señor. Esta no es la primera vez
           que el señor Oliphant, o sus superiores, solicitan nuestros recursos. Y, por supuesto,

           como  funcionario  jurado  de  la  Corona,  puedo  garantizarle  la  más  estricta
           confidencialidad.  Nada  de  lo  que  diga  saldrá  de  estas  paredes.  —Se  inclinó  hacia
           delante—. Bueno, ¿qué puede decirme, señor?

               Mallory  se  lo  pensó  mucho,  a  toda  prisa.  Fuera  cual  fuese  el  grave  error  que
           hubiera cometido lady Ada, fuera cual fuese el acto de desesperación o temeridad que

           le había hecho caer en garras del ojeador y su puta, no le parecía que ayudara mucho
           que el nombre «Ada Byron» quedara reflejado en aquel cuaderno cuadriculado. Y
           Oliphant, por supuesto, no lo aprobaría.
               Así que fingió una confesión reticente.

               —Estoy en desventaja con usted, señor Wakefield, ya que no creo que el asunto
           sea  para  tanto,  ¡nada  que  me  haga  realmente  digno  del  privilegio  de  su  atención!

           Como  le  dije  en  mi  nota,  me  encontré  con  un  jugador  borracho  en  el  derby  y  el
           canalla  montó  un  pequeño  espectáculo  con  un  cuchillo.  No  le  di  excesiva
           importancia, pero el señor Oliphant sugirió que podría correr auténtico peligro. Me
           recordó  que  uno  de  mis  colegas  fue  asesinado  no  hace  mucho  en  extrañas

           circunstancias. Y el caso sigue sin resolverse.
               —¿El profesor Fenwick, el intelectual especializado en dinosaurios?

               —Rudwick —corrigió Mallory—. ¿Conoce el caso?
               —Apuñalado.  En  un  garito  de  carreras  de  ratas.  —Wakefield  se  dio  unos
           golpecitos en los dientes con la goma del lápiz—. Salió en todos los periódicos, dio
           muy mala imagen de la intelectualidad. Da la sensación de que Rudwick decepcionó

           bastante. Mallory asintió.
               —Justo  lo  que  yo  pienso.  Pero  el  señor  Oliphant  parece  creer  que  ambos

           incidentes podrían estar relacionados.
               —¿Jugadores que acechan y matan a intelectuales? —dijo Wakefield—. No veo
           el  motivo,  con  franqueza.  A  menos,  quizá,  y  disculpe  la  sugerencia,  que  haya

           implicada  una  gran  deuda  de  juego.  ¿Usted  y  Rudwick  eran  buenos  amigos?
           ¿Compañeros de apuestas, quizá?
               —En absoluto. Apenas si conocía a ese hombre. Y no tengo ese tipo de deudas, se

           lo aseguro.




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