Page 122 - La máquina diferencial
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hinchar las mejillas para la fotografía policial. Algodones en la nariz y trucos así.
           Estoy seguro de que se encuentra aquí, señor.
               —No lo creo. ¿Hay alguna otra posibilidad?

               Tobias se sentó, derrotado.
               —Eso es todo lo que tenemos, señor. A menos que quiera cambiar su descripción.
               —¿Podría haber quitado alguien su retrato?

               Tobias lo miró escandalizado.
               —Eso sería manipular archivos oficiales, señor. Es un delito grave que se castiga
           con la deportación. Estoy seguro de que ninguno de los empleados habría hecho algo

           así.
               Se produjo un denso silencio.
               —¿Y sin embargo...?

               —Bueno, los archivos son sacrosantos, señor. Para eso estamos aquí, como muy
           bien  sabe.  Pero  hay  ciertos  altos  funcionarios  ajenos  a  la  oficina,  hombres  que  se

           ocupan de la seguridad confidencial del Reino. Si sabe a qué caballeros me refiero...
               —Creo que no —respondió Mallory.
               —Muy  pocos  caballeros,  en  puestos  de  gran  confianza  y  discreción  —siguió
           Tobias. Echó un vistazo a los otros hombres de la sala y bajó la voz—. Quizás haya

           oído hablar de lo que llaman «Gabinete especial»... O de la Oficina Especial de la
           Policía de Bow Street...

               —¿Alguien más? —dijo Mallory. —Bueno, la familia real, por supuesto. Después
           de todo, aquí servimos a la Corona. Si el propio Alberto fuera a ordenarle a nuestro
           ministro de Estadística...
               —¿Y el primer ministro? ¿Lord Byron? Tobias no respondió. Su rostro se había

           agriado.
               —Una  pregunta  vana  —dijo  Mallory—.  Olvide  que  la  he  hecho.  Es  una

           costumbre  de  estudioso,  ¿sabe?  Cuando  me  interesa  un  tema  exploro  todos  los
           detalles  concretos,  incluso  hasta  el  punto  de  resultar  pedante.  Pero  eso  no  tiene
           ninguna relevancia aquí. —Mallory examinó de nuevo los retratos, prestando esta vez
           mucha atención—. Sin duda es culpa mía, la luz aquí no es todo lo que podría ser.

               —Permítame subir el gas —dijo el muchacho mientras empezaba a levantarse.
               —No —respondió Mallory—. Déjeme reservar mi atención para la mujer. Quizás

           con  ella  tengamos  más  suerte.  Tobias  se  volvió  a  hundir  en  su  asiento.  Mientras
           esperaban  el  giro  de  la  máquina,  Mallory  fingió  una  relajada  indiferencia.  —Un
           trabajo lento, ¿eh, señor Tobias? Un muchacho de su inteligencia debe de anhelar un

           reto mayor.
               —Es cierto que me encantan las máquinas —dijo Tobias—. No estos enormes
           monstruos bobos, sino las más listas y estéticas. Querría aprender a chasquear.

               —¿Y por qué no está entonces en la escuela?




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