Page 124 - La máquina diferencial
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Tobias se sobresaltó.
               —¡Estupendo,  señor!  Déjeme  apuntar  ese  número.  —Perforó  el  número  de
           ciudadana en una tarjeta nueva con una pequeña prensa de caoba, y luego volvió a

           meter la tarjeta en la bandeja de la pared. Vació con cuidado los trocitos de papel
           perforado en una cesta coronada por bisagras.
               —Y eso me lo contará todo sobre ella, ¿no? —preguntó Mallory. Echó mano a la

           chaqueta para coger su cuaderno.
               —La mayor parte, señor. Un resumen impreso.
               —¿Y podría llevarme esos documentos conmigo para estudiarlos?

               —No,  señor.  Estrictamente  hablando,  como  no  es  usted  agente  de  la  ley...  —
           Tobias  bajó  la  voz—.  A  decir  verdad,  señor,  podría  pagarle  a  un  juez  común,  o
           incluso al secretario de este, y tener la información por unos cuantos chelines, bajo

           mano. Una vez que sabe el número de alguien, lo demás es bastante fácil. Es un truco
           de  chasqueador  muy  habitual,  leer  los  expedientes  mecánicos  de  alguien

           perteneciente a la clase criminal. Lo llaman «tirar de la cuerda» o estar «en medio del
           pastel».
               A Mallory esa noticia le pareció muy interesante.
               —Supongamos que pido mi propio expediente... —dijo.

               —Bueno,  señor,  usted  es  un  caballero,  no  un  criminal.  Usted  no  está  en  los
           archivos  policiales  comunes.  Los  jueces,  secretarios  del  juzgado  y  demás  tendrían

           que rellenar formularios y demostrar que hay un buen motivo para esa investigación.
           Cosa que no concedemos con facilidad.
               —Protocolos legales, ¿eh? —probó Mallory.
               —No,  señor,  no  es  la  ley  lo  que  nos  detiene,  sino  los  inconvenientes.  Una

           investigación  así  consume  tiempo  mecánico  y  dinero,  y  siempre  nos  pasamos  del
           presupuesto en ambas cosas. Pero si un parlamentario hiciera esa petición, o un lord...

               —Supongamos que tengo un buen amigo aquí, en la Oficina —tanteó Mallory—.
           Alguien que me admira por mi generosidad. Tobias parecía muy poco dispuesto, y
           algo tímido.
               —No es una cuestión sencilla, señor. Se registra cada uno de los giros, y cada

           petición debe tener un fiador. Lo que hemos hecho hoy se ha realizado en nombre del
           señor  Wakefield,  así  que  no  habrá  ningún  problema.  Pero  su  amigo  tendría  que

           falsificar el nombre de algún fiador y correr el riesgo de esa impostura. Es fraude,
           señor.  Un  fraude  mecánico,  como  el  robo  de  crédito  o  el  fraude  en  la  bolsa,  y  se
           castiga de la misma forma cuando se descubre.

               —Muy  instructivo  —indicó  Mallory—.  He  descubierto  que  uno  siempre  se
           beneficia al hablar con un técnico que conoce de verdad su oficio. Permítame darle
           mi tarjeta.

               Mallory sacó de su billetera una de sus tarjetas de visita de Maull y Polyblank.




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