Page 193 - La máquina diferencial
P. 193

que abrió de golpe. Un gato gris salió corriendo y maullando y la joven le hizo unas
           fiestas y lo acarició, llamándolo Toby. Después le dejó salir a las escaleras. Mallory la
           observaba mientras tanto, incómodo, con triste paciencia.

               —Bueno, venga, ¿a qué esperas? —dijo ella ladeando la trenzada cabeza castaña.
               El dormitorio era bastante pequeño y desvencijado: una cama de dos postes de
           roble prensado y un espejo alto y deslustrado que daba la sensación de haber costado

           algún dinero en otro tiempo. Hetty depositó la lámpara sobre el barniz desconchado
           de una mesilla de noche y empezó a soltarse los botones de la blusa. Sacó los brazos
           de las mangas y arrojó la prenda a un lado, como si la ropa fuera más una molestia

           para ella que otra cosa. Se despojó de la falda con destreza y empezó a quitarse el
           corsé y las enaguas, arrugadas y rígidas.
               —No llevas miriñaque —observó Mallory con la voz ronca.

               —No me gusta. —La joven soltó la cinturilla de la enagua y la dejó a un lado.
           Tomó con dedos hábiles los ganchos del corsé y aflojó los cordones. Luego se lo sacó

           por las caderas con un contoneo y se quedó allí, respirando aliviada, vestida solo con
           la camisa de encaje.
               Mallory se quitó la chaqueta y los zapatos. El miembro le tiraba de los botones de
           la bragueta. Estaba deseando sacárselo de los pantalones, pero no le apetecía pasear

           su órgano erecto bajo la luz de la lámpara.
               Hetty,  en  camisa,  se  subió  de  un  salto  a  la  cama  y  los  gastados  muelles

           protestaron con ímpetu. Mallory se sentó al borde de la cama, que olía demasiado a
           agua  de  azahar  barata  y  al  sudor  de  Hetty.  Se  quitó  los  pantalones  y  las  prendas
           íntimas y se quedó solo con la camisa.
               Se inclinó un momento, desabrochó un compartimento del cinturón monedero y

           extrajo una funda francesa.
               —Lo haré con armadura, querida —murmuró—. ¿No te importa?

               Hetty se apoyó con gesto alegre en el codo.
               —Déjame verla, entonces. —Mallory le mostró la membrana enrollada de tripa
           de oveja—. No es una de esas raras —observó con aparente alivio—. Haz lo que
           quieras, cielito.

               Mallory desenrolló con cuidado el artefacto sobre la piel tensa de su verga. Así
           estaba mejor, pensó, contento por haber sido tan previsor. Tenía así mayor sensación

           de saber lo que estaba haciendo allí, y de que, después de todo, estaría a salvo y le
           sacaría partido a su dinero. Se metió bajo la sábana deslucida.
               Hetty le rodeó el cuello con sus fuertes brazos y lo besó bruscamente con aquella

           gran boca torcida, como si quisiera pegársela a la cara. Mallory, sobresaltado, sintió
           la  lengua  de  ella  retorciéndose  sobre  sus  dientes  como  una  anguila  caliente  y
           resbaladiza. La extraña sensación estimuló de una forma muy poderosa su virilidad.

           Se  colocó  con  cierto  esfuerzo  sobre  ella.  La  sólida  carne  femenina  resultaba




                                        www.lectulandia.com - Página 193
   188   189   190   191   192   193   194   195   196   197   198