Page 198 - La máquina diferencial
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Hetty volvió con un cajón de alambre lleno de botellas en una mano, y el
cigarrillo encendido que estaba fumando en la otra.
—Has tardado mucho —dijo Mallory.
La chica se encogió de hombros.
—Un problemilla abajo. Unos rufianes. —Dejó el cajón en el suelo, sacó una
botella y se la tiró—. Mira qué frescas, las guardan en el sótano. Agradable, ¿a que
sí?
Mallory sacó el complejo tapón de porcelana, corcho y alambre comprimido y
bebió con avidez. «Cerveza Newcastle», rezaban las letras de molde de cristal en
relieve. Una fábrica de cerveza moderna donde elaboraban el licor en grandes cubas
de acero, casi del tamaño de un navío de línea. Una cerveza estupenda y hecha por
máquinas, libre de la mancha de algún tramposo que le echase jalapa o baya india.
Hetty se metió en la cama con la bata puesta, se terminó una botella y abrió otra.
—Quítate la bata —dijo Mallory.
—No me has dado mi chelín.
—Pues tómalo.
La joven metió la moneda bajo el colchón y sonrió.
—Eres un tipo raro, Neddie. Me gustas. —Se quitó la bata y la tiró a la percha de
hierro que tenía detrás de la puerta, aunque no acertó—. Estoy de un humor raro esta
noche. Vamos a probar otra vez.
—Dentro de un momento —dijo Mallory con un bostezo. De repente sentía los
párpados pesados, irritados. Le palpitaba la nuca donde le había dado el porrazo
Velasco; tenía la sensación de que había pasado una eternidad desde entonces. Le
parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que había hecho algo que
no fuera beber y entrar en celo.
Hetty le agarró el miembro flácido y empezó a acariciarlo.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste a una mujer, Ned?
—Eh... Dos meses, creo. Tres.
—¿Y quién era?
—Era... —Había sido una puta de Canadá pero Mallory se detuvo de repente—.
¿Por qué lo preguntas?
—Cuéntamelo. Me gusta oírlo. Me gusta saber lo que hace la gente elegante.
—Yo de eso no sé nada. Ni tú tampoco, me imagino.
Hetty le soltó la verga y se cruzó de brazos. Se apoyó de nuevo en el cabecero y
encendió otro papirosi con el lucifer que frotó contra un trozo basto de yeso. Expelió
el humo por aquella nariz de formas extrañas, una visión desconcertante para
Mallory.
—No creas que no sé nada —dijo—. He oído cosas que ni te imaginas, te apuesto
lo que quieras.
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