Page 212 - La máquina diferencial
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de  Fleet  Street,  donde  las  vallas  alojaban,  por  tradición,  los  grandes  carteles  que
           anunciaban los periódicos de la ciudad. Pero allí estaban pegando con todo descaro
           un cartel sobre la superficie del Morning Clarion, y luego otro, y otro más.

               Esta vez se trataba de más octavillas teatrales. «El Dr. Benet de París» iba a dar
           una  conferencia  sobre  «el  valor  terapéutico  del  sueño  acuático».  «La  sociedad
           Chautaqua  del  Falansterio  de  Susquehanna»  presentaría  un  simposio  sobre  «la

           filosofía  social  del  difunto  doctor  Coleridge»,  y  una  «conferencia  científica  con
           quinotropía» que presentaría «el Dr. Edward Mallory».
               Mallory  se  detuvo  y  sonrió  tras  la  máscara.  ¡«Edward  Mallory»!  Tenía  que

           admitir que el nombre tenía muy buena pinta con aquella letra gótica mecánica de
           ochenta puntos. Era una pena que el discurso no pudiera llevarse a cabo, pero estaba
           claro que Huxley, o con toda probabilidad uno de los miembros de su personal, había

           solicitado los carteles con gran antelación y nadie los había anulado.
               Una lástima, pensó mientras observaba con un recién hallado cariño protector el

           carromato  que  se  alejaba.  «Edward  Mallory».  Le  hubiera  gustado  quedarse  con  el
           cartel de recuerdo y, de hecho, pensó en despegarlo, pero los pegotes de engrudo lo
           disuadieron.
               Miró con más atención, con la esperanza de aprenderse el texto de memoria. Si se

           miraba bien, la impresión no era todo lo que podría haber sido. En algunos sitios las
           letras negras tenían los bordes emborronados de pintura escarlata, como si los pernos

           de impresión se hubieran empapado en tinta roja y luego no los hubieran limpiado
           bien.
               «El Museo de Geología práctica, en Jermyn Street, tiene el honor de presentar
           ante el público de Londres, en dos únicas funciones, al Dr. Edward Mallory. El doctor

           Mallory, M. R. S., M. R. S. G., explicará la apasionante historia del descubrimiento
           del famoso Leviatán Terrestre en el salvaje Wyoming; sus teorías sobre su entorno,

           costumbres  y  sustento;  sus  encuentros  con  los  salvajes  indios  cheyenes,  donde
           detallará la melancolía y el atroz asesinato de su rival más directo, el difunto profesor
           Rudwich; los secretos del juego profesional, en concreto los de los garitos de carreras
           de ratas, que se impartirán a aquellos que deseen conocer la técnica de las apuestas, a

           lo que seguirá la sensualísima danza de los siete velos interpretada por varias de las
           señoritas Mallory, que además realizarán un relato franco de sus variadas primeras

           experiencias en el arte del amor; solo se permitirá la entrada a caballeros; precio 2/6.
           La función irá acompañada por la quinotropía avanzada del señor Keets».
               Mallory apretó los dientes y echó a correr. Se adelantó al carromato, que ahora

           avanzaba  al  paso,  y  sujetó  las  bridas  de  la  mula  con  las  dos  manos.  El  animal  se
           detuvo  con  un  bufido  y  un  tropezón.  Tenía  la  mugrienta  cabeza  envuelta  en  una
           máscara de lona que alguien había improvisado con una bolsa de pienso.

               El cochero emitió un gañido detrás del tapabocas manchado de hollín. Saltó del




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